Algunos se muestran escandalizados al ver el estilo con el que ha iniciado su campaña electoral el PP gallego: tremendista, insultante y faltón. El uno dice que sus enemigos «rebuznan», el otro -o el mismo, que tanto da-, que el nacionalismo es la antesala del terrorismo, el de más allá, que los votos hay que lograrlos como sea, robándolos si se tercia... Lo mismo se buscan consignas en las que la constante son las referencias a joder, en activa, pasiva o reflexiva («jódete», «que se joda», «a joderse», etc.) que descalifican las leyes «asquerosas» que permiten el matrimonio entre homosexuales y autorizan a destrozar las familias en solo seis meses.
«¡Se están pasando veinte pueblos!», comentan.
Qué va. Se están ajustando milimétricamente a un plan de campaña estudiado con toda la atención del mundo. Nada de darse rienda suelta: se atienen con total disciplina a una pauta trazada con la clara conciencia de que en estas elecciones se lo juegan todo. Porque al tinglado de Fraga y su particularísima Xunta sólo le vale repetir la mayoría absoluta. Quedar por debajo de eso, así sea por un solo escaño, significa hacer las maletas -y los maletines- y marcharse para sus casas.
A mí no me sorprende lo más mínimo su despliegue de zafiedad. Serían capaces de acentuarlo, si lo creyeran necesario. Lo que me parece más digno de mención es que los planificadores de la campaña electoral del PP hayan llegado a la conclusión de que la mejor vía para atraer el voto masivo de los gallegos pasa por la realización de esa pintura de brocha gorda en la que el rival político aparece retratado como un canalla separatista-terrorista que hundirá a Galicia en el océano en cuanto se le deje la más mínima oportunidad.
Si creen que con eso van a movilizar a tope a sus votantes dudosos -los que les quedan por atraer una vez descontados aquellos que les votan por conveniencia o por derechismo recalcitrante-, ha de ser porque están convencidos de que Galicia cuenta con una importante cantidad de censados que posee un nivel de información y de preparación llamativamente bajos, lo que les hace sensibles a ese género de mensajes bastorros y catastrofistas.
¿Con razón? ¿Sin ella? Por supuesto que con alguna razón, pero ¿cuánta? ¿Tendrá esa campaña un efecto de rechazo en la tan mentada -y tan poco vista- «derecha civilizada»?
Saben lo que hacen, sí, pero ¿aciertan?
La solución, en 15 días.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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