Despierto a las tantas, cansado por haber salido anoche -era la fiesta de cumpleaños de una amiga- y por haber hablado y bebido, moderada pero inmoderadamente. Mi estado físico no da para nada, y mi voz, menos. Dentro de una hora deberé estar hablando en público y mi afonía puede hacer estragos. Me preocupa hacer un recital de gallos.
Tomé contacto ayer con un buen samaritano que aceptó hacerse cargo de la lectura de los folios que tengo escritos, en el caso de que mi garganta se hunda del todo, pero no estoy seguro de que él vaya a encontrarse en mucho mejor estado.
Es en medio de ese espesor de mañana de domingo, tipo el Sunday Mornin' Comin' Down de Kris Kristofferson, cuando enciendo la radio y escucho la noticia: George Ryan, gobernador del Estado de Illinois, ha decidido conmutar la pena de muerte que pesaba sobre 156 reclusos de su jurisdicción.
Dice que el sistema penal norteamericano tiene demasiados fallos, que es incorrecto, injusto «y a veces también muy racista».
Ryan se ha mostrado muy afectado porque se ha enterado de que cuatro sentencias de muerte habían sido dictadas en su estado a partir de confesiones que la Policía había obtenido con torturas.
La noticia me martillea el cerebro como parte de una pesadilla.
Sé que Ryan ha montado ese circo porque estaba a punto de pasar a la Historia de Illinois como uno de los gobernadores más corruptos que haya tenido uno de los estados más corruptos de la Unión. Y no quería.
Sé que Ryan no cuestiona la pena de muerte, sino tan sólo sus «errores de aplicación».
Sé que Ryan ha conmutado las penas de muerte por otras tantas de cadena perpetua.
Y me veo aplaudiendo a Ryan.
Valiente mierda.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de febrero de 2017.
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