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2003/01/14 06:00:00 GMT+1

¿Regreso al fascismo?

Examino los escritos y discursos más aplaudidos dentro del actual movimiento general contra el Nuevo Orden Internacional, del que George W. Bush es paladín indiscutible e indiscutido.

Hay trabajos excelentes, que tratan de indagar en lo que de específico tiene el actual momento histórico, que reflexionan seriamente sobre sus expectativas, que muestran una firme rebeldía contra la opresión -contra todas las opresiones- pero no pierden de vista la complejidad de la realidad que afrontamos y contra la que combatimos. Que animan, a la vez, a la lucha tenaz y a la reflexión serena, que tanto se necesitan mutuamente.

Pero, junto a ellos, me topo cada vez con más frecuencia con documentos, discursos y proclamas que parecen cifrar sus expectativas de éxito en la expresión ultraaparatosa y superincendiaria de contenidos pasmosa y decepcionantemente simplistas.

Lo peor no es que sus autores tiren por esa vía, sino que, según todas las trazas, obtienen buenos resultados. Porque cuanto más se exceden por ambos extremos -por el de la verbosidad agresiva y por el del reduccionismo ideológico- más reconocimiento y admiración recogen en los ambientes radicales.

Cuando los leo o escucho, siento la desagradable sensación de encontrarme ante una especie de concurso internacional de insultos y denuestos. A ver quién es capaz de soltar la más gorda, tenga o no algo que ver con la realidad.

Algunas de sus especialidades se han convertido ya en tópicos de amplio espectro dentro del llamado movimiento antiglobalización. Así, la idea de que estamos regresando al fascismo. O la de que la coalición internacional capitaneada por Washington supone una reedición del nazismo.

Ninguna de ambas pretensiones resiste el análisis. Como fenómenos político-estatales, el fascismo y el nazismo respondieron a unas necesidades históricas que no tienen paralelo posible con la realidad actual. Supusieron la renuncia de las clases dominantes de algunos países al mantenimiento de las normas del llamado Estado de Derecho ante el fundado temor de que éstas pudieran ser utilizadas por las fuerzas revolucionarias -principalmente comunistas- para arrebatarles las riendas del Estado. Actualmente, el poder del establishment del Primer Mundo no afronta ningún peligro interno de características semejantes. (En realidad, ni siquiera en su momento histórico fue correcto identificar el nazismo y el fascismo. Porque, si bien sus métodos de dominación tuvieron muchos aspectos comunes -como los de todas las dictaduras brutales, en realidad-, el uno y el otro respondían a necesidades socio-económicas notablemente dispares. El nazismo surgió como una pieza clave de la lucha feroz entablada entre las diversas potencias imperialistas para redistribuir sus áreas de influencia y explotación a escala mundial. El fascismo latino nunca contó seriamente en esa pugna.)

¿Trato acaso de decir que no hay similitudes entre los modos y querencias de los gobernantes occidentales de nuestros días y los que encabezaron en su día los regímenes nazi-fascistas? ¡Por supuesto que no! ¡Claro que se parecen! ¿Vamos a descubrir acaso a estas alturas de la Historia que todos los reaccionarios son de la misma estirpe?

En mi criterio, la clave de la cuestión está en percibir que las clases dominantes sólo respetan las libertades en dos medidas:

1ª) En la medida en que el ejercicio de esas libertades no comprometa su posición de privilegio, y

2ª) En la medida -en la exacta medida- en que la movilización democrática de sus pueblos les obligue a hacerlo.

Quienes toman como síntomas de un regreso al fascismo y/o al nazismo el desprecio de los gobernantes del Primer Mundo actual hacia las libertades y los derechos democráticos confunden esas dos medidas. Lo cual los coloca en muy mala posición para el análisis, porque toman por síntoma de debilidad y crisis del campo reaccionario lo que de hecho es resultado de una gravísima desmovilización de las fuerzas democráticas occidentales y de una patética desarticulación de las fuerzas revolucionarias a escala mundial.

El problema no estriba en llamar a Bush, a Blair o a Aznar «fascistas», «nazis» o lo que sea -que eso tanto me da-, sino en creerse que esos insultos son en realidad conceptos científicos hechos y derechos y que, gracias a ellos, ya sabemos cómo es nuestro enemigo, y cómo actuar contra él. Cuando lo cierto es que el estudio de la realidad internacional surgida de las cenizas del «socialismo real» está todavía en mantillas.

Me sobran muchísimo las analogías rabiosas de andar por casa. Me exceden. Tengo ya todo un almacén de improperios que demuestran que Bush, Blair, Aznar, Berlusconi y tutti cuanti son unos fascistas, unos ignorantes y unos corruptos. Ahora lo que necesito es saber cómo funciona el complejísimo tinglado que se han montado esos fascistas, ignorantes y corruptos, que nos están dando de hostias hasta en el carné de identidad. Qué digo: hasta en el chip.

¡Cómo me gustaría que fuéramos regresando a aquello tan trabajoso pero tan útil de «el análisis concreto de la realidad concreta»!

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/01/14 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: el_mundo diario 2003 bush lengua nazismo fascismo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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