Nicolás Redondo Terreros, Nicolasín, presentó anteayer su dimisión como secretario general del PSE-PSOE. Acto seguido, anunció su voluntad de ser candidato a la reelección.
Supongo que la mayor parte del personal, que no sigue los retorcidísimos meandros de la crisis del PSE -cosa muy comprensible, porque son aburridísimos-, se habrá quedado perpleja, preguntándose por qué dimite el buen hombre, si quiere seguir. Lo explico en dos patadas: se va porque lo ha desautorizado implícitamente el presidente del partido, Txiki Benegas, al pedirle que renuncie de momento a sacar adelante su documento sobre las señas de identidad del socialismo vasco. Nicolasín había apostado muy fuerte en favor de ese documento, resultado, a su vez, de otra desautorización: la que él había hecho del primer borrador, elaborado por Jesús Eguiguren.
El PSOE vasco está dividido en dos tendencias fundamentales: la que representa Redondo Terreros -por otra parte subdividida en varias facciones no demasiado amistosas- y la que encabezan varios dirigentes históricos del partido, casi todos guipuzcoanos, que no ocultan su disgusto ante las magras rentas que les está reportando el entusiasmo de Nicolasín por el PP.
A veces se pinta la diferencia entre ellos como una contradicción entre españolismo y vasquismo. Es inexacto. Con independencia de que entre los segundos haya algunos menos visceralmente españolistas, lo que les une, sobre todo, es la calculadora: constatan que, yendo de la mano del PP, no han hecho más que perder votos y parcelas de poder con respecto a la época en que colaboraban con el PNV y EA.
Parece que están ya hasta las narices del seguidismo de Redondo -puesto espectacularmente de manifiesto en los últimos días, tras apuntarse a la táctica de boicot de Mayor Oreja en el Parlamento vasco- y que se han decidido a enseñarle los dientes de una vez por todas.
Mis simpatías por ese sector del socialismo vasco, en el que se encuadran personajes tan turbios como Benegas, Jáuregui o el propio Eguiguren, son nulas. Pero entiendo perfectamente su zozobra. He estado hace poco en el Parlamento vasco y he constatado el franco cachondeo que hay con la actitud del grupo socialista, incapaz de dar ni un solo paso sin pedir permiso a Mayor Oreja. Hay ocasiones en las que el espectáculo resulta de auténtico bochorno: el Gobierno les consulta tal o cual iniciativa, dicen que en principio les parece bien, acuden a continuación a hablar con el PP... y regresan a la carrera para decir que se lo han pensado mejor, y que no.
Un partido así está abocado al fracaso, por falta clamorosa de personalidad propia. Es inevitable que buena parte de sus votantes acaben concluyendo que, para eso, casi mejor votan directamente a Mayor Oreja.
En realidad, es lo que ya están haciendo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (23 de diciembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de junio de 2017.
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