No me interesan gran cosa las pruebas atléticas, de modo que no estoy prestando atención a los campeonatos mundiales que se están celebrando estos días. Me voy enterando de algunas cosas -de pocas- porque las cuentan en los boletines informativos de las radios. Pero ayer un amigo me contó una historia, sucedida hace un par de días en esos campeonatos, que me hubiera gustado ver en directo para proporcionar más detalles sobre ella. No la vi, así que me limitaré a relatarla tal como me la contó mi amigo.
Esto fue durante una prueba del salto con pértiga para mujeres. Se suponía que las atletas debían proceder a saltar el listón situado a 4 metros y medio del suelo, pero el juez auxiliar se equivocó, y lo situó a 4,55, es decir, 5 centímetros por arriba. Las atletas, que no se dieron cuenta del error, saltaron. Y todas ellas superaron la prueba.
Al ir a cambiar la altura del listón, el juez árbitro se dio cuenta de su equivocación y avisó a sus congéneres de lo sucedido. Tras deliberar sobre el problema, los jueces hicieron pública su decisión: las atletas debían saltar sobre el listón colocado a 4,50 metros del suelo. Las jóvenes se indignaron: si habían demostrado que eran capaces de saltar 4,55 -alegaron, con lógica aplastante- es que saltaban 4,50. No tenía sentido perder el tiempo y, sobre todo, gastar sus preciadas energías en probar algo que ya estaba probado. Pero los jueces se mostraron totalmente intransigentes: el papel dice que se ha de pasar por el escalón de los 4 metros y medio, así que ellas tenían que hacerlo.
Es un ejemplo fantástico de cómo hay jueces -de todo tipo: no sólo deportivos- perfectamente capaces de sacrificar el espíritu de la ley para imponer su letra. De convertir la ley en injusta, ahogándola en un océano de burocratismo.
Y eso que los estaban sacando en televisión. No digamos de lo que pueden ser capaces cuando deliberan en un ignoto despacho.
Como dice la protagonista de la pieza teatral La mujer fosforescente, de Maiakovski: «Es gente que en vez de corazón tiene un pisapapeles».
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (11 de agosto de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de mayo de 2017.
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