Parece que el vicepresidente primero del Gobierno ha filtrado que Aznar le ha hablado sobre la sucesión. No ha contado nada del contenido de la conversación, obviamente, pero los augures del PP se han apresurado a subrayar la importancia del hecho: una confidencia de El Gran Hermético es un gesto de la más alta significación. Quiere decir que Mariano Rajoy está muy bien situado en la pole del Gran Prix de La Moncloa.
No me extraña. Los últimos acontecimientos no han hecho más que reforzar sus posiciones iniciales. Lo colocaron a los pies de los caballos, obligándolo a ejercer casi en solitario de muñeco en el pimpampún del Prestige, y el hombre aguantó el tipo -y sigue aguantándolo- con un estoicismo y una determinación sorprendentes. Hay que tener mucho coraje y muchas tablas para soportar una representación tan larga y tan decididamente impresentable. Allí donde han ido tropezando y dándose la galleta Cascos, Aznar, Fraga, Trillo y Arenas, allí donde varios presuntos candidatos a la sucesión ni siquiera se han dejado ver, Rajoy se ha mantenido erre que erre. Y, por lo que cuentan los sondeos, parece que ha salido ganando. O, para ser más exactos: que es el único dirigente del PP que no ha naufragado con el Prestige.
El gran rival de Rajoy para la sucesión es -ha venido siendo- Jaime Mayor Oreja. Pero no le están yendo nada bien las cosas al guipuzcoano. No sólo por su singular habilidad para propiciar la aprobación de los Presupuestos del Gobierno de Ibarretxe, sino también porque, por más que pasa el tiempo, no acaba de mostrar que su personalidad posea nada de especial (dando por sobreentendido que odiar obsesivamente al nacionalismo vasco no tiene nada de especial en el PP).
La última prueba de fuego de Mayor vendrá con las elecciones municipales. Aznar ha puesto la campaña del PP en sus manos. Si los resultados de su partido son discretos o tirando a malos, podremos tachar su nombre de la lista para siempre.
Dije desde el principio que yo apostaba por Rajoy como sucesor. Siempre he dejado un cierto margen a la duda, pero no tanto por el propio Rajoy como por Aznar: estoy seguro de que hay ciertos aspectos del modo de ser del vicepresidente que no convencen gran cosa a su jefe actual. Apuesto a que le parece insuficientemente visceral, demasiado descreído, demasiado flexible.
Me contaron hace poco una anécdota de él. Se produjo -si es que es verdad- durante una conversación informal, copa en mano, entre políticos de varios partidos. Rajoy hablaba de las posibilidades de mejoría de la situación del País Vasco en términos bastante realistas (o, en todo caso, bastante más realistas de los que utiliza cuando habla como portavoz del Gobierno). Alguien bromeó con ese realismo suyo. A lo que él respondió: «Es que yo no he sufrido ningún atentado. Las personas que sufren un atentado se vuelven incapaces de mirar las cosas con la debida frialdad».
No apunta mal.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (5 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de febrero de 2017.
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