Decía Mao Zedong: «Para conquistar el Poder, lo primero que se precisa es cuidar bien la propaganda y preparar a la opinión pública en el terreno ideológico».
Seguro que Mariano Rajoy no ha leído jamás a Mao Zedong, ni ganas. Pero es obvio que está siguiendo sus consejos.
En realidad, Mao se limitó a adelantar lo que en la actualidad es ya un lugar común de la mercadotecnia política.
Publican hoy El País y El Mundo sendos artículos ad majorem Mariani gloriam.
No son artículos de peloteo directo. No podrían serlo. Ninguno de los dos periódicos se habría prestado a ello, a estas alturas de la película. Pero es que a Rajoy y su equipo de propagandistas tampoco les habría interesado que lo fueran. Ellos pretenden difundir al máximo una cierta imagen del sucesor, pero sutilmente, sin alharacas excesivas que pudieran tener un efecto de bumerán. Una imagen de hombre reflexivo, abierto, propicio al trabajo en equipo, nada dado a fanatismos... pero, a la vez, capaz, astuto, con las ideas claras, enérgico en caso de necesidad, decidido.
El artículo de El País expone las artes de las que se sirve Rajoy -de las que se supone que se sirve- para escoger colaboradores bien preparados y en sintonía con su propio talante. El de El Mundo, por su parte, cuenta cómo se está haciendo ya con las riendas de La Moncloa, actuando como jefe de Gobierno de facto (una idea importante de cara a que, llegado el momento de las urnas, los votantes estén convencidos de que, además, tiene ya experiencia en el mando supremo).
Es una campaña inteligente.
Otra cosa es que las ideas que trasmite respondan a la verdad.
Un viejo compañero de armas de Rajoy en Galicia, que pasa por conocerlo bien, me dijo hace algún tiempo: «Mariano es un excelente número 2. Si alguien con autoridad le dice lo que tiene que hacer, él lo pone en práctica estupendamente, entre otras cosas porque capta bien el sentido político de las tácticas trazadas por el mando. Pero, en las pocas ocasiones en las que le vi obligado a decidir por dónde tirar sin que hubiera nadie que le señalara la meta, lo noté inseguro. Desazonado, incluso. Pero lo mismo ha cambiado en eso...».
Por lo que he visto y tengo oído, Rajoy consulta mucho, y a mucha gente. Si fuera porque intenta conocer el máximo de opiniones, sería un dato a su favor. Pero todo el mundo sabe que no es un hombre confiado, que dé por hecho que los demás le dicen todo lo que piensan o le cuentan todo lo que saben. Puede tomarse, entonces, como una muestra de espíritu irresoluto.
A fuer de sincero, lo que más me ha hecho sospechar de la posibilidad de que la imagen de sí mismo que Rajoy trata de difundir no se corresponda con el verdadero talante del personaje es el hecho de que haya encargado de marcar la línea de oposición al llamado plan Ibarretxe... ¡a Jaime Mayor Oreja!
El encargo incluye un capítulo muy inquietante referente a la «movilización popular». No lo digo porque tenga nada en contra de que los militantes y simpatizantes del PP salgan a la calle a mostrar sus ideas. Tienen tanto derecho a ello como el que más. Lo que me inquieta es que no sé a qué pueden referirse con eso de la «movilización popular», dado que el PP no ha llamado jamás por sí solo a ninguna manifestación en las calles de Euskadi, ni creo que tenga intenciones de hacerlo ahora. Siempre que ha acudido a una manifestación lo ha hecho apoyándose en convocatorias conjuntas o apuntándose a convocatorias ajenas. Y los dirigentes del PSE ya le han hecho saber que con ellos no cuente para esto.
De modo que me temo que Rajoy y Mayor Oreja pueden estar hablando de movilizaciones fuera de Euskadi. Y no quiero ni pensar en el tipo de dinámica a la que podría dar lugar algo así.
Nada, desde luego, muy moderado.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de octubre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de octubre de 2017.
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