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1995/02/18 07:00:00 GMT+1

Rafael Vera, protomártir

No es que lo crean: José Barrionuevo y José Luis Corcuera saben que Rafael Vera es inocente, que no ha hecho nada feo en su vida, ni siquiera cuando se daba garbeos por esas alcantarillas del Estado de las que tanto habla. Son tan expertos en la impoluta conducta de Vera que saben incluso más de ella que el propio Vera, el cual, entre líneas, ha venido a reconocer que alguna cosilla no muy legal alguna vez sí que ha hecho.

El punto más simpático de la conferencia de Prensa que ambos ex ministros reunieron ayer en la sede central del PSOE llegó cuando se les preguntó por la posibilidad de que el ex secretario de Estado hubiera podido incurrir en algún delito sin que ellos se enteraran. Adónde va usted, vamos, de ningún modo, que no: ellos saben que de eso nada. Vera es inocente, y punto.

Más que un problema político, las afirmaciones de Barrionuevo y Corcuera me plantean un enigma material. ¿Qué pasa? ¿Estaban con su fiel subordinado todo el día? ¿Le seguían en todos sus viajes, oían todas sus conversaciones, leían en sus pensamientos? Uno puede estar moralmente convencido de algo, pero certificar, sólo puede certificar aquello que ha comprobado por sí mismo. Digan: «No puedo creer que...», o bien: «Conociéndolo a fondo como lo conozco...». Pero quédense en eso. Que les cuente su jefe González hasta qué punto algunas personas son capaces de decepcionar. Él ha sufrido varias experiencias terribles a ese respecto (o al menos eso pretende) y sabe cuán doloroso es andar por la vida poniendo la mano en el fuego por otros.

Llegados a este punto, tal vez se pregunten ustedes por qué los dos ex ministros se aferraron como lapas a una línea de defensa tan peregrina. Se lo diré yo, y así les ahorro devanarse los sesos. Lo hicieron por dos buenas razones: 1) Porque ellos estaban allí para mandar un mensaje al preso: «No te preocupes, tranquilo: no vamos a abandonarte a tu suerte». De haber aceptado que no es imposible que Vera les engañara, le habrían enviado el mensaje opuesto; y 2) Porque, de entrar en ese terreno, se habrían echado ellos mismos la soga al cuello: saben que nadie se va a creer que un «número dos» ministerial puede andar metido en un lío como ése a espaldas de su jefe inmediato.

O sea, que hicieron lo único que podían hacer: el ridículo.

¿Cómo reprochárselo? Siempre es mejor ponerse en ridículo que en las puertas de la trena.

Caso notablemente diferente es el de Ricardo García Damborenea. ¿Qué van a hacer con este outsider, del que tanto han abominado? ¿Lo defenderán también, como si nada? Son capaces. Pero, ¿creerá él en la sinceridad de su defensa? Eso resulta ya mucho más improbable. «Dambo» es bruto, pero no tonto.

Viven todos ellos en un castillo de naipes. Otro soplo más, y adiós.

Javier Ortiz. El Mundo (18 de febrero de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de febrero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/02/18 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: 1995 el_mundo barrionuevo corcuera felipismo vera gal damborenea | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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