El Partido Socialista de Euskadi ha decidido romper con la tradición obstruccionista que inauguró tras su salida del Gobierno vasco, cuando Nicolás Redondo Terreros estaba a su mando, y ha votado a favor de los presupuestos del Ejecutivo de Ibarretxe. Como cabía esperar, el PP ha puesto el grito en el cielo. (*)
No pocos amigos míos se han felicitado de este cambio de actitud del PSE, y lo aplauden.
Entiendo su contento y, en cierta medida, lo comparto. Me alegra que el PSE esté rompiendo su frente único con el PP, que ha venido representando una continua fuente de crispación y enfrentamiento no sólo político, sino también civil, y que ha constituido un obstáculo sistemático para toda iniciativa de paz digna de ese nombre. Si los socialistas abandonan realmente el discurso sobre «las dos mitades de la sociedad vasca» y aceptan planteamientos «no frentistas» -o «trasversales», como algunos prefieren llamarlos-, las cosas pueden desbloquearse y empezar a mejorar.
A lo que mi contento no me lleva, ni de lejos, es a sentir simpatía por la posición política del PSOE vasco. Si hubiera visto en sus dirigentes algo parecido a un examen autocrítico de las diversas líneas políticas que han seguido desde el 80 para aquí y de los extremos de ilicitud a los que han llegado en muchas ocasiones, podría tomarme las cosas de otro modo. Pero es que no.
Los hay que me dicen que es absurdo reclamar autocríticas; que «la política es así». Lo admitiré, si no hay más remedio. Pero que no me pidan que aplauda y que dé palmaditas en la espalda a quienes contribuyen a que la política sea así. No estoy dispuesto a avenirme a eso de que «la política hace extraños compañeros de cama». Puedo colaborar con quien haga falta, pero la colaboración llegará siempre hasta la puerta del dormitorio. Ni un paso más. Siempre recuerdo un viejo principio guerrillero: «Golpear juntos y marchar por separado».
Algunos ya están haciendo planes para el gobierno futuro de Euskadi basados en la nueva política que amaga el PSE. Hay quienes auguran una reedición de la juntanza PNV-PSE, con o sin socios (¿EA? ¿Ezker Batua?). Otros creen que, si ETA se baja del burro, el PSE podría patrocinar una alianza a la catalana, con HB y EB, dejando fuera al PNV.
A mí, la verdad, todo eso me parece el cuento de la lechera. Por el momento, vuelvo la vista al PSE y lo que veo es tirando a desolador. Sus dirigentes no parecen llamados a grandes metas, precisamente. Y su proyecto es de una endeblez teórica que tira de espaldas.
Ya iremos viendo. Entretanto, no creo que la cosa dé ni para echarse las manos a la cabeza ni para dedicarlas a aplaudir.
(*) Sostiene el PP que es éticamente inaceptable respaldar un plan presupuestario que incluye una partida de apoyo económico a las familias que tienen presos en cárceles muy alejadas de Euskadi. El argumento es de una pobreza tal que incluso dedicarle una nota a pie de texto parece excesivo. Siguiendo la tosca vía argumental de los peperos, hasta dar de comer a los presos podría entenderse como un acto de ignominiosa colaboración con el terrorismo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de noviembre de 2017.
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