Cuando me haga mayor, quiero ser dirigente de la CEOE. Hasta ahora no se me había ocurrido. Mi plan de jubilación pasaba por escapar dentro de unos cuantos años de la locura que representa trabajar en la Redacción de este infernal diario y retirarme a la quietud del campo, a escribir artículos y ensayos, hasta que la Parca venga a visitarme y me lleve a su reino de noche y silencio. Pero ya no. Ahora, atento a las peripecias de las reuniones del Pacto Social y una vez comprobado que nunca podré cobrar una jubilación decente, he comprendido que me conviene infinitamente más hacerme dirigente de la CEOE.
Lo que tengo clarísimo es que no quiero ser ministro. Eso sí que no. Ser ministro es un rollo. Es posible que farde mucho, pero obliga a estar continuamente de reunión con gente pesadísima (los otros ministros, sin ir más lejos). Si fuera ministro, además, no tendría tiempo para escribir. Dejo esto sentado desde ahora mismo para disuadir a Felipe González. Como no tengo ni idea de nada y no soy socialista, Felipe podría sentir la tentación de darme un Ministerio. Que ni lo intente. Le doy mi negativa por anticipado.
Tampoco quiero ser dirigente sindical. Bajo ningún concepto. Un líder sindical, en las circunstancias actuales, lo tiene crudísimo, obligado a negociar medidas espantosamente antisociales. ¿Con qué cara podría explicar a los militantes de base que estoy a punto de aceptar que los currelas ganen cada vez menos, que cobren peores pensiones y, en general, que les zurzan?
En cambio, ser dirigente de la CEOE me parece estupendo. Para empezar, el sueldo debe de ser decentillo. Y el trabajo, de lo más relajado. ¿Que te convocan a una reunión para el Pacto Social? Pues vas si te da la gana, y si no, no. ¿Que te preguntan cómo ves la situación? Pues respondes como Cuevas anteayer, diciendo que no eres ni optimista ni pesimista, y a otra cosa. ¿Que en la reunión se habla del sueldo de los funcionarios, de la revalorización de las pensiones o de cualquier otro asunto antipático? Pues proclamas que eso no es asunto tuyo, y que el Gobierno y el Parlamento se las apañen. ¿Que te piden que firmes las propuestas del Gobierno? Pues las firmas, por qué no: a fin de cuentas, sólo concretan las medidas que perjudican a los trabajadores, y las que tienen un cierto aspecto de molestar a tus representados, los empresarios, llevan adjunta una cláusula de descuelgue estupenda, que les permite no aplicarlas, con lo que nunca se enfadarán contigo. Jauja.
Lo tengo decidido: voy a hacer todo lo posible para que, de aquí a unos añitos, me nombren dirigente de la CEOE. Y a vivir en la gloria, y a continuar escribiendo columnas de opinión. Tampoco resultaré tan original: no seré ni mucho menos el primer columnista al servicio de la patronal.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de septiembre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de enero de 2018.
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