Estuve releyendo ayer el Acuerdo para la Normalización y la Pacificación de Euskadi, popularmente conocido como Pacto de Ajuria Enea. Como se recordará -o no-, fue suscrito el 12 de enero de 1988 por todos los partidos con representación en el Parlamento de Vitoria, salvo HB.
Es interesante -e ilustrativo- constatar que algunas de las ideas de aquel Acuerdo son ahora anatematizadas por las dos principales formaciones políticas del panorama español.
Ejemplos:
1) El Acuerdo reconocía, incluso en su propio título, que Euskadi no tiene sólo un problema de pacificación; que arrastra también problemas políticos anclados en el tiempo, problemas que merecen un tratamiento específico.
2) En relación con el Estatuto de Gernika, el Pacto atribuía a «la voluntad mayoritaria del pueblo» la facultad de «decidir, en todo caso, su reforma y desarrollo mediante los procedimientos contemplados en el propio Estatuto y en la Constitución, estando siempre legitimado el mismo pueblo para reivindicar cualquier derecho que, de acuerdo con las Disposiciones Adicional Primera de la Constitución y Única del Estatuto, le hubiera podido corresponder». La redacción no es como para dar saltos de gozo, pero la idea queda suficientemente clara.
3) Hablaba -a imitación del Estatuto de Gernika, por cierto- de la posibilidad de vinculación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca.
4) Lejos de defender la ilegalización de Herri Batasuna, insistía en la necesidad de que esa organización y sus seguidores entraran en las instituciones democráticas y defendieran desde ellas sus planteamientos políticos, por extremos que fueran.
Quizá sea este punto el que hoy produce una mayor melancolía.
Recuerdo que, a lo largo de las discusiones previas a la elaboración de aquel Pacto, cada vez que alguien apuntaba esa idea («En el Estado de Derecho, todas las aspiraciones políticas, absolutamente todas, pueden promoverse con plena libertad, siempre que se planteen de modo pacífico»), Carlos Garaikoetxea solía comentar, sardónicamente: «Sí, cabe promoverlas todas. Lo que no está permitido es conseguirlas».
¡Qué felices aquellos tiempos en los que cabía promover cualquier idea, por mucho que conseguirla fuera otro cantar! En la actualidad, tienes que andarte con mucho ojo incluso a la hora de plantear tus aspiraciones. Porque pueden ponerte de vuelta y media y acusarte de cualquier cosa.
Ahora resulta que Ibarretxe es anticonstitucional y «rupturista» porque se plantea la reforma del Estatuto de Autonomía según los procedimientos previstos en la propia Ley Orgánica del 18 de diciembre de 1989 y en la Constitución de 1978. ¡Rupturista!
Se puede estar muy de acuerdo, algo de acuerdo, poco de acuerdo, muy poco de acuerdo o nada de acuerdo con la reforma que propone Ibarretxe. Pero ¿qué tiene de anticonstitucional, si se somete a los cauces que el Estatuto y la Constitución prevén para ese género de iniciativas?
Os lo recomiendo vivamente: repasad el Pacto de Ajuria Enea y el Estatuto de Gernika. Veréis cómo parecen de otro mundo. O, al menos, de otra gente.
Quién los ha visto y quién los ve.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de octubre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de octubre de 2017.
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