Madrid, ayer, mediodía. Parece que el locutor del noticiario local -da igual de qué radio- tiene la mañana ocurrente. Afirma que se están produciendo retrasos en los vuelos con salida desde Barajas porque «se dice» (sic) que los pilotos de Iberia «están en huelga de celo, o trabajando a reglamento... o como ustedes quieran llamar a eso».
Y se queda tan ancho.
Es como si diera la noticia de un homicidio y dijera: «Se ha tratado de un asesinato, o de una acción en defensa propia... o como ustedes quieran llamar a eso».
Las huelgas de celo están expresamente prohibidas por la normativa laboral. «Trabajar a reglamento», en cambio, es todo lo contrario: atenerse a la ley.
Oigo en otra emisora que la dirección de Iberia se lamenta -off the record, eso sí- de los efectos negativos que tendría que los pilotos decidieran cumplir estrictamente el reglamento.
Concluyo de ello que los responsables de la más poderosa compañía aérea española propugnan que sus empleados no hagan mucho caso de la reglamentación que ella misma ha suscrito de cara a mejorar la seguridad de los pasajeros.
Qué disparate. Si entienden que tienen normas que sólo sirven para estorbar, refórmenlas, o quítenlas. Pero, si las consideran necesarias, no se quejen de que se cumplan. Al contrario: exíjanlo.
No siento debilidad alguna por el gremio de los pilotos de aviación. Mis simpatías están mucho más a ras de suelo. Pero si oigo un absurdo que les concierne, salto. Como ante cualquier otro absurdo.
Que los hay, y muchos.
¿No es algo parecido lo que pretende la dirección actual del PSOE, dispuesta a conformarse con la recién promulgada Ley de Extranjería siempre que el Gobierno se avenga... a no cumplirla, o a cumplirla a medias? Rodríguez Zapatero llama a eso «oposición constructiva». A mí me parece una entusiasta proclama en favor de la coña marinera. Si la Ley de Extranjería es un churro -que lo es, y monumental-, habrá que exigir su reforma. Pero no cabe reclamar al Gobierno que no trabaje «a reglamento». Más que nada, porque eso no encaja demasiado con la idea del Estado de Derecho.
Otrosí: ahora tenemos a los sindicatos la mar de enfadados porque el Ejecutivo ha decidido meter baza en la legislación laboral. Les parece indignante. Se ve que les molesta que no delegue sus funciones en ellos. Deben de pensar que si los políticos se dedican a hacer política y los legisladores a legislar, a ellos no les va a quedar más remedio que hacer sindicalismo, con lo que les gusta sestear instalados en el consenso. ¡Jopé, lucha de clases, a estas alturas!
Qué suyos que son. Los unos y los otros. Todos.
Javier Ortiz. El Mundo (3 de marzo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de marzo de 2012.
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