Recuerdo lo mucho que disfrutábamos en el cole* cuando los profesores se enfrentaban entre sí. Para empezar, porque el espectáculo resultaba realmente divertido. ¡Tan mayores y comportándose como nosotros! En segundo lugar, porque sus pendencias y sus conspiraciones mutuas les llevaban mucho tiempo, de modo que no podían vigilarnos con la misma atención. Y en fin, porque, al sentirse bajo la lupa del adversario, no podían permitirse ningún exceso. Ejemplo de esto: cuando reinaba una relativa concordia entre ellos, los había que no se cortaban un pelo a la hora de soltarte un bofetón, aunque el reglamento del Colegio prohibiera los castigos físicos. Pero, como estuvieran a la greña, se cuidaban muy mucho de hacerlo, no fuera a ser que un colega malevolente decidiera sacar partido de sus reacciones viscerales.
El tiempo me ha enseñado que esa misma reflexión es aplicable a cualquier estructura de poder. Cuanto más divididos y enfrentados estén los de arriba, mejor para los de abajo.
Veo ahora a los dirigentes madrileños del PP y el PSOE arrancándose mutuamente la piel a tiras, a escandalazo limpio. Si el uno da a conocer que el otro hizo un negocio turbio, el aludido contesta mostrando una corruptela aún mayor del otro. Y así sucesivamente.
Está la cosa de lo más animada.
Probablemente no se den cuenta, pero se están haciendo un flaco favor. Porque cada vez es más la gente que, cuando escucha las razones esgrimidas por el uno y el otro para tildar de corrupto al rival, opta por dar la razón a ambos.
Los que salimos ganando somos los de abajo. A partir de ahora, cada vez que se enfrente cualquiera de ellos a un negocio de éstos de la construcción, tan propicia al apaño, se tentará muy mucho la ropa antes de decidirse a sacar la máxima tajada.
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* ¡Otra vez el cole! ¿Estaré sufriendo un proceso de regresión infantil?
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (29 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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