Anoche, antes de dar por concluida la jornada y como tantas otras veces a lo largo de los últimos años, sintonicé Hora 25, de la Cadena Ser, para oír una parte de su tertulia.
No es que suela hacerme demasiado feliz, pero por lo menos no siempre me hace radicalmente infeliz, lo que ya es algo, tal como está el patio.
Pero ayer me topé con una novedad. La charla no arrancó con ninguna diatriba sardónica más o menos justificada contra el Gobierno del PP, según rito ya casi establecido, sino con un canto seráfico a los muchas virtudes que, según los contertulios de la emisora de Polanco, adornan la personalidad de quien está destinado a ser vicepresidente y factótum de asuntos económicos en el futuro gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Todos los presentes cantaron a coro que Pedro Solbes, Pedro Solbes, Pedro Solbes es cojonudo, como Pedro Solbes no hay ninguno.
Uno, que se acuerda bien de cuando Solbes fue ministro de Felipe González, y no ha olvidado los problemas que acarreó su subordinación casi enfermiza a los dogmas del neoliberalismo, y que le ha seguido también la pista en su labor como comisario europeo, en la que ha demostrado con creces que mantiene incólumes las mismas obsesiones macroeconómicas, está, desde luego, muy lejos de compartir ese entusiasmo.
Pero lo significativo no es tanto que haya unos cuantos contertulios de Hora 25 identificados con las opciones económicas neoliberales -tampoco esperaba otra cosa de ellos-, sino el gusto con el que se estrenaron en la tarea de ovacionar los actos de Gobierno de Rodríguez Zapatero. Doy por hecho que ésa va a ser su principal ocupación durante la próxima legislatura.
Con lo cual me veré obligado a sumergirme de nuevo en el dial, en busca de alguna emisora que se muestre dispuesta a denunciar las tropelías que vaya cometiendo -que cometerá a buen seguro- el Gobierno de Zapatero. Pero las tropelías reales, no lo que considere tropelías cualquier enloquecido de ésos que añoran el Non plus ultra del escudo y tratan de llenar su hueco demostrando a diario que es imposible ser más ultra que ellos.
Hay varios lectores de El Mundo que me están castigando estos días enviándome correos electrónicos en los que, tras hacer un breve repaso escatológico por la memoria de mis progenitores, dan por supuesto que, como ya han vencido «los míos», ahora me tocará disfrutar de las prebendas que, según ellos, me he ganado a pulso. Es curioso. Son cartas casi idénticas a las que recibí en 1996, cuando el PP ganó las elecciones. O, mejor dicho: cuando las perdió el PSOE. Entonces también me auguraron que, tras el triunfo electoral de «los míos», pronto nadaría en la abundancia.
Ni a los unos ni a los otros les entra en la cabeza que haya quien conciba esta profesión como un ejercicio de crítica sistemática de lo existente. Aun a costa de que, a fuerza de criticar a los que están, parezca que obra por cuenta de los que aspiran a estar.
Ahora todo volverá a ser como antes. Los del PSOE volverán a sus viejas andadas -tal vez con otras formas- y a nosotros, a los que todavía creemos en la necesidad de la crítica sin cuartel -es decir, pacífica-, nos tocará ponerlos de vuelta y media. Con lo cual dentro de muy poco empezarán a acusarnos de estar haciéndole el juego al PP.
No me preocupa eso. Ya estoy acostumbrado. De momento lo único que me preocupa es saber qué radio me tocará oír a partir de ahora. ¿Habrá alguna que no me ponga del todo enfermo?
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de marzo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de mayo de 2017.
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