Me preguntan «¿Qué será de Euskadi cuando termine la violencia política?» Y respondo: no creo que en Euskadi vaya a terminar la violencia política. Por lo menos en un plazo previsible.
Probablemente lo que se me está pidiendo -trampas del lenguaje mediantes- es que opine sobre lo que podría ocurrir en Euskadi si ETA abandonara las armas. O sea, si el Estado lograra hacerse con el monopolio de la violencia.
No es lo mismo.
Puede ser que ETA abandone las armas. No estoy seguro de que eso vaya a suceder a corto plazo, pero lo estimo probable. En primer lugar, porque la organización ha sido sometida a un desgaste represivo enorme. En segundo lugar, porque los sectores sociales de los que se alimenta se han ido reduciendo aceleradamente, tanto en número como -sobre todo- en influencia. En tercer lugar, porque incluso esos sectores actúan cada vez más por inercia, y cada vez menos porque la realidad les empuje a ello. Claro que las inercias tienen su peso, pero no ilimitado.
ETA puede desaparecer y, hasta es probable que lo haga, siempre que el Poder le proporcione una salida digna: no otra cosa está pidiendo a gritos desde hace ya cierto tiempo. Que haya habido quien ha tratado de disfrazar de victoria la derrota de Leitzaran - soy uno de los que vieron el vídeo de Lurraldea, y de los que apoyaron esa alternativa, por lo menos más que la contraria- lo ha demostrado de sobra.
ETA puede desaparecer de la escena, ya digo, pero no por ello desaparecerá la violencia política.
La violencia pervivirá porque es inherente al Estado. El Estado -cualquier Estado- recurre a la violencia tanto cuanto le es necesario para asegurar el mantenimiento de su dominio: de modo soterrado, limitado e individualizado cuando la oposición real es balbuciente, limitada e individualizada; de manera más amplia, directa y brutal cuando siente que su control sobre la sociedad está en serio peligro. Es por ello por lo que quienes nos oponemos sinceramente a la violencia, al dominio impositivo de unas personas sobre otras, no podemos dejar de oponernos al Estado.
En el momento en que ETA firme con más o menos disimulo su fracaso y abandone el panorama -si tal cosa ocurre, ya digo-, la cuestión estará en comprobar si los sectores sociales de Euskadi que se han venido oponiendo al Estado español (unos por ser Estado, otros por ser español, otros por ambas cosas) serán capaces de articular una oposición política real a ese Estado o si, por el contrario, ello supondrá la «homologación» completa de Euskadi con el resto del territorio estatal, es decir, el triunfo completo -que no definitivo- del Estado.
No es fácil predecirlo. La historia del nacionalismo radical vasco demuestra que, con sorprendente frecuencia, la renuncia a las armas de los unos o los otros ha acabado por convertirse en renuncia a la oposición contra el Estado, cuando no en sometimiento entusiástico al mismo. Esa posibilidad se presenta hoy más abierta que nunca, en la medida en que la actuación del Estado ya no genera tantas respuestas primarias de oposición radical como en el pasado, y habida cuenta de que una parte de las aspiraciones históricas del nacionalismo vasco se están encauzando a través del sistema.
Existe, pues, la posibilidad de que la retirada de ETA del panorama entrañe una reducción paulatina del peso político del «campo radical vasco», hasta alcanzar su práctica extinción.
Pero tal proceso no es inevitable, a condición de que ese «campo» sea capaz de unir a las razones históricas de insatisfacción popular las energías provinientes de las nuevas insatisfacciones que provoca la realidad política y social actual. Hablo de las reacciones de rebeldía ante la corrupción de los círculos dirigentes, la perversión de las instituciones, la manipulación informativa, el aumento de las desigualdades económicas, el paro, la reducción de las perspectivas de promoción de la mayoría, la marginación de la juventud y de las mujeres, las agresiones contra el medio ambiente, el expolio del Tercer Mundo, la desertización cultural...
¿Es posible la «reconversión» del llamado MLNV en un movimiento de rebeldía social vasca contra el estado de cosas, capaz de aunar y servir de expresión al conjunto de las respuestas radicales frente a los males de nuestro tiempo? Quizá no. Quizá los vicios adquiridos sean demasiados. Quizá haya también demasiado que ni siquiera estén interesados en afrontar esa perspectiva.
Ahí puede estar la clave del «día despúes».
Javier Ortiz. Jamaica o muerte, recopilación de textos varios (31 de mayo de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de enero de 2018.
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