Si uno quiere explorar las posibilidades que ofrece una determinada situación de enfrentamiento político, no hay ejercicio más práctico que el de ir poniéndose alternativamente en la piel de cada uno de los contendientes, preguntándose en cada caso: «¿Qué haría yo, si fuera él?».
No es sencillo, por supuesto. Hay que hacerlo teniendo en cuenta las posibilidades y las limitaciones de cada uno de ellos. Pero, puesto a equivocarse, siempre es preferible hacerlo por exceso: pensar de cada cual que tiene más recursos o que es más imaginativo de lo que parece.
La realidad parlamentaria vasca es, en estos momentos, endiabladamente difícil, dado el tan traído y llevado 33. Como es bien sabido, el tándem PSE-PP cuenta con 33 votos y el bloque PNV-EA-EB, con el apoyo de Aralar, otros 33. En caso de abstención del grupo parlamentario Ezker Abertzaleak -nombre adoptado por las electas de EHAK en un comprensible intento de que el nombre original de su partido vaya cayendo en el olvido-, el empate se hace inevitable.
Supongo que Patxi López, candidato a la Lehendakaritza, estará frotándose las manos. Dará por descontado que EHAK hará pasar a Ibarretxe por el purgatorio de las votaciones inútiles, lo que le vendrá de perlas. Sabe que cada votación frustrada será otro golpe en el prestigio del lehendakari en funciones y, de rebote, también en la autoridad y la credibilidad de su partido. Tal vez no descarte -en su lugar yo no lo haría- acabar propiciando la continuidad de Ibarretxe en Ajuria Enea, pero sólo después de obtener jugosas compensaciones y de obligarle a pasar el mal trago a la vista de todo el mundo.
EHAK también estará en plan de hacerse querer, pero lo suyo no es como lo del PSE, al que le basta con abstenerse. En su caso está obligado a negociar su voto favorable. ¿Para respaldar a qué candidato? En teoría, podría apoyar a Patxi López. Pero sólo en teoría, porque López en ningún caso podría admitir ese respaldo: el PP le haría trizas en Madrid. Habrá quien objete: «Él no puede impedir que una diputada de EHAK -no tienen por qué ser todas- le vote. Y si gana, ¿qué puede hacerle?». No he estudiado esa eventualidad con el reglamento en la mano, pero sé que el candidato electo no es lehendakari hasta que jura el cargo. López podría negarse a jurarlo en unas condiciones como ésas. Y EHAK no saldría ganando lo más mínimo con semejante astracanada.
¿Podría EHAK votar a Ibarretxe? Podría, a cambio de ciertos compromisos. En principio, debería plantear unas exigencias lo suficientemente importantes como para justificar ante los suyos el voto favorable, pero lo suficientemente modestas como para no obligar al PNV a rechazarlas y cargar con la responsabilidad del atasco político, tan poco conveniente para el progreso de las negociaciones en pro de la pacificación y la normalización.
En todo caso, hay una posibilidad que no he visto que nadie haya manejado hasta ahora y que probablemente, de verme en la situación del PNV, me decidiría a explorar.
¿En qué consiste? La resumo. En primer lugar, presentaría la candidatura de Ibarretxe para el cargo de lehendakari. Resultado previsible: 33 votos a favor, 33 en contra, 9 abstenciones. Pongamos que ni el PSE ni EHAK se apean de sus posiciones respectivas y que se agota ese turno de votaciones sin que se rompa el empate. Bien: puesto que Ibarretxe no ha resultado elegido, se procede al examen del otro candidato, por nombre Patxi López. Se somete su candidatura a votación y obtiene los 33 votos previstos. Pero he aquí que, oh sorpresa, el PNV se abstiene, alegando que alguien ha de ser generoso y sacrificarse para evitar que la vida política vasca se bloquee, etc., etc. De modo que López llega a lehendakari con un respaldo de 33 escaños, con el PP como socio (¡pobrecillo!)... y con una oposición capaz de aglutinar hasta 42 votos para amargarle la vida, día sí día también.
¿Que a la vista de esa perspectiva opta por tirar la toalla y negarse a asumir la Lehendakaritza? Vale. Pero, en tal caso, será él quien se habrá dejado un montón de pelos en la gatera. Sería duro, después de haberse dado tantas ínfulas, recibir una dosis de realidad tan severa. Demostraría muy gráficamente que su famosa «mitad de la sociedad vasca» -la constituida por quienes rechazan el derecho de autodeterminación- es una curiosa mitad, que apenas pasa del 40% (de quienes votan, claro), en tanto la otra teórica mitad se acerca al 60%.
No digo que algo así vaya a suceder. Tampoco creo que el PNV tomara esa posibilidad en consideración, en el caso de que se le ocurriera. Me he limitado a hacer una excursión por el territorio del enunciado («¿Qué haría yo, si fuera él?») y a tomar nota del resultado.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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