Como en el tango de Gardel, pero con lustro añadido.
Ayer se cumplieron 25 años de la muerte del autoproclamado Generalísimo, al que -como mis amigos saben- vengo llamando desde hace muchos años «su Excremencia el anterior Jefe del Estado» (el «anterior Jefe del Estado», no «el Jefe del Estado anterior», como dicen muchos: el Estado sigue siendo el mismo).
De entonces a aquí han cambiado muchas cosas, sin duda (y no todas para bien, como compruebo cada mañana cuando me miro al espejo), pero algunas otras se mantienen singularmente incólumes. Varias de ellas, referentes precisamente al tétrico personaje que falleció hace un cuarto de siglo. En Madrid se discute ahora mismo sobre el destino de un hospital militar llamado «del Generalísimo», al que nadie ha considerado necesario cambiar el nombre en todos estos años. Cada vez que voy a Santander, me topo al general asesino subido sobre caballo de piedra, presidiendo la plaza del Ayuntamiento. Qué grima. Qué bochorno.
Pero eso es sólo simbólico.
Hay herencias más de fondo.
Anteayer se juntaron el PP y el PSOE para discutir si conviene ilegalizar o no a Batasuna. ¿Creen que ésa es una decisión que concierna a los partidos políticos? ¿Esta gente todavía no ha entendido que dictar sentencias es asunto de la judicatura? No; no lo ha entendido. Y no lo ha entendido por una razón principal: porque en España los gobernantes siguen dando instrucciones a los jueces sobre cómo instruir los casos y cómo dictar sentencias.
Aquí se siguen produciendo reuniones en las que determinados ministros ilustran a los jueces acerca de las sentencias que conviene dictar, y las que no. Cuando un Tribunal dicta una sentencia que contraría los designios del Poder político, siempre hay algún periódico que escribe algún editorial diciendo que eso es un triunfo del Estado de Derecho. No se dan cuenta de que, si algo así se convierte en noticia, es porque lo normal es lo contrario.
La huella del franquismo es alargada. Los hábitos que creó van desapareciendo, sí, pero a menudo por razones meramente vegetativas. ¡Y tan poco a poco! Además, los que los sustituyen se parecen a veces tanto a sus antecesores que no hace falta ser fisonomista para darse cuenta de que son sus descendientes directos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (21 de noviembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de junio de 2017.
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