El president está harto. ¿Qué tendrá el president? Está harto de González y del PSOE, está harto de Aznar y del PP, está harto de Anguita y de IU, está harto de escándalos, está harto de quienes los denunciamos... Vamos, que, salvo de sí mismo y de los pocos poquísimos que le caen bien, está harto de casi todo el mundo.
Su cabreo épico prevacacional me recordó, salvando las muchas distancias, al que pilló el extinto general golpista Milans del Bosch cuando, en el juicio del 23-F, se puso de repente en pie y proclamó solemnemente: «Todo esto me da asco. Estoy harto. Me voy». Tiene bemoles que los responsables de los desaguisados, puestos ante el triste resultado de sus propios desafueros, se revistan de víctimas y se pongan a echar la bronca a los demás.
Claro que el parecido entre Pujol y Milans empieza y acaba ahí. No sólo porque el honorable no tiene ni un pelo de golpista, sino también porque Milans del Bosch, después de decir que estaba harto y que se iba, realmente se fue, en tanto que don Jordi, por muy harto que se pretenda, ni se va él -salvo de vacaciones- ni empuja a nadie hacia la puerta.
Pujol es un harto de pega. Un auténtico harto, por definición, no traga más. No puede: no le cabe. Un harto de verdad es, por ejemplo, sin ir más lejos, este pobre servidor de ustedes, que hace ya muchísimo que no puede, no ya tragar: ni siquiera ver a ninguno de ellos.
Yo sí que estoy en condiciones de hablar de hartazgo con buen conocimiento de causa. Sobre todo ahora, recién vuelto de vacaciones.
Háganse cargo: me escapé a comienzos del pasado mes, rumbo a la costa, con unas ganas totales de dejar en reposo mis tragaderas, así fuera sólo para librar en ellas espacio en el que meter nuevos sapos y culebras. Que si quieres arroz, Javier: aún no había llegado a mi destino y ya se había armado la marimorena. Me han obligado, el de la equis y sus cómplices, los muy asquerosos, a pasarme el mes con la radio pegada a la oreja y la mano puesta en el fax. De ese modo, ni mi estómago ha reposado ni mi corto magín ha dejado de dar vueltas. Para más inri, casi me arruinan: les juro que he dejado tras de mí una pila de metro y pico de diarios y revistas. El quiosquero se planteó incluso la posibilidad de hacerme un homenaje.
Ellos, en cambio, sí que pueden largarse de vacaciones sin ningún problema. Agarran el petate, se van a Doñana o Queralps, montan una zapatiesta futbolera para que el personal esté distraído, y oigan, tan ricamente.
Se queja Pujol. Dice que está harto. Será cara, el tío. Si tan harto está, que lo remedie, que puede hacerlo en cuanto le dé la gana. Yo, en cambio, sólo tenía julio para deshartarme, y no me han dejado.
Es el colmo: ni siquiera nos dejan dejar de estar hartos de ellos.
Javier Ortiz. El Mundo (5 de agosto de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de agosto de 2012.
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