Durante la manifestación contra la globalización que tuvo lugar ayer en Barcelona, un centenar de personajes encapuchados sin relación visible con ninguna de las organizaciones convocantes se dedicó a destrozar cuanto pilló a su paso, sin que la Policía hiciera nada por impedirlo.
Al final del cortejo, algunos personajes no menos exóticos que los anteriores se dedicaron a provocar a los manifestantes, momento que aprovecharon las Fuerzas de Seguridad para emprenderla a golpes contra todos.
Testigos presenciales afirman que vieron cómo algunos de estos elementos bajaron de furgonetas de la Policía. Otros aseguran que algunos de los supuestos radicales llevaban esposas en los bolsillos.
En conjunto, todos los observadores –incluidos diputados de varios partidos y el propio presidente del Parlament– expresan su total convencimiento de que los incidentes fueron resultado de un montaje policial y exigen la dimisión de la delegada del Gobierno en Cataluña, Julia García Valdecasas.
Ésta ha respondido que la tesis de la provocación policial es «descabellada» e indefendible por «ninguna persona con sentido común».
Hace un año, un joven fue detenido en Pamplona cuando se dedicaba a incendiar papeleras. Una vez identificado, resultó que era un miembro de la Policía Nacional.
Hace menos, la Ertzaintza detuvo en San Sebastián a un elemento que incitaba reiteradamente a la violencia contra un grupo de manifestantes de la plataforma «¡Basta ya!». Trasladado a Comisaría, el tipo pidió permiso para hacer una llamada telefónica. La hizo y, al cabo de unos minutos, se presentó un mando de la Guardia Civil que reclamó la custodia del detenido, al que identificó como miembro del Cesid.
Le conviene a la señora García Valdecasas buscarse mejores argumentos que el de la insensatez: la experiencia demuestra que la Policía recurre a veces a la provocación. Es más: se trata de un comportamiento policial tan lamentable como usual. Y no sólo en España. Por estar, está incluso en los manuales de lucha antisubversiva de las Fuerzas de Seguridad de casi todos los Estados.
De modo que o la señora García Valdecasas está en la inopia o miente deliberadamente. O las dos cosas.
Una lección se desprende de los sucesos de ayer en Barcelona: el movimiento contra la globalización va a tener que montar sus propios servicios de orden, encargados de localizar, neutralizar, identificar y tomar cumplida declaración a la gentuza provocadora.
Que no se crea el señor Rajoy que estas cosas pueden salirle gratis.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (25 de junio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2010.
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