Por mi gusto, yo ayer habría visto el partido Rayo-Real Sociedad, pero tenía de visita en casa a dos amigos madridistas, así que les hice la gentileza y puse lo del Nou Camp.
Mis amigos conocen bien mi hostilidad hacia el Real Madrid, pero se ve que no lo suficiente.
-¿Hasta el punto de querer que pierda con el Barcelona?
-Hasta el punto de querer que pierda con un equipo turco, en el último minuto de partido y de penalti injusto -sentencié, para dejar las cosas claras.
Digo esto para que nadie deduzca que lo que sigue es fruto de ninguna subjetividad inconfensable.
«Figo ha provocado al público», oigo que dijo al final del partido el presidente del Barça, Joan Gaspart. «Ha sido prrrovocasión», insistió Van Gaal, el cuadriculado entrenador blaugrana.
He dicho que no simpatizo nada con el Real Madrid. Eso, en general. En el caso personal de Figo, la antipatía es extra. Me parece un llorón especialista en fingir faltas, al que, además, de vez en cuando se le cruzan los cables y hace unas entradas de escalofrío. Pero de ahí a considerar que su intento de lanzar ayer los saques de esquina fuera una provocación, media un abismo. Y pretender que fuera otra provocación añadida que se negara a sacar mientras lo bombardearan con toda suerte de objetos, algunos de considerable consistencia, me parece ya de un mal gusto definitivo.
El problema es probablemente anterior. Tal vez haya que buscarlo en las neuroncillas de gente que se toma como una afrenta intolerable que un futbolista profesional, en un deporte tan superprofesionalizado como es el fútbol de elite en Europa, cambie de equipo por razones económicas. O no: que se lo toma como una imperdonable ofensa cuando lo hace en una dirección, pero no sí lo hace en la contraria, porque todavía no he visto que le tiren nada a Luis Enrique por haber abandonado el Real Madrid y recalado en el Barça.
Hay quien a los individuos que actúan sometidos a impulsos violentamente irracionales de ese género los califica de hinchas, o forofos. Creo yo que es preferible llamar a las cosas por su nombre: se trata de energúmenos fanáticos y homicidas en potencia (porque, si ayer no desgraciaron a nadie, fue tan sólo porque dieron prueba de una puntería felizmente deplorable).
¿Que el fenómeno que desencadena los mecanismos mentales que derivan en la actuación de esos individuos es complejo? El fenómeno sí. Los individuos no. Ellos son de una simpleza patética. No había más que verlos, henchidos de ira, al borde de la apoplejía, lanzando al campo de todo -incluidos sus teléfonos móviles- con una furia que sería la envidia de los míticos guerreros orcos, siempre sedientos de sangre.
La verdad es que me dieron asco. Un sentimiento que pude mantener intacto a la hora de escuchar las declaraciones iracundas de Gaspart. Porque los homicidas en potencia serán unas decenas, tal vez unos cientos, pero Gaspart es el presidente electo de todos los socios.
(Ah, y al margen de lo cual: el árbitro anuló al Barça un gol perfectamente legal. Es cierto que la jugada fue extremadamente confusa, pero se supone que los árbitros, en caso de duda, deben dejar que siga el juego. Aunque, tratándose del Real Madrid, quizá la regla no valga...)
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (24 de noviembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.
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