No sé gran cosa de automóviles. Todavía sé menos sobre publicidad. Lo que más me interesa de ella es lo bien que se paga: tengo entendido que buena parte de mi sueldo procede de ese capítulo. Hubo un tiempo en el que decía que un periodista de diario es un tipo que se dedica a rellenar los huecos que deja libre la publicidad. Ahora prefiero abstenerme de definir nada que tenga que ver con la profesión periodística. No me va el sadismo.
Así fijados los límites de mi enciclopédica ignorancia sobre coches y sobre publicidad, no puedo por menos que manifestar mi cabreo jupiterino ante la actual publicidad de varias marcas de coches, empeñadas en comunicarme a través de radio y televisión que este o aquel modelo que venden lleva «aire acondicionado gratis».
Entiéndase mi enfado. No me enoja su capacidad para disparatar. Doy por hecho que ellos tienen que saber que lo que dicen es mentira. Que son perfectamente conscientes de que, por las mismas, podían decir que lo que lleva gratis es el asiento del conductor, o la caja de cambios, o el maletero. Que, sencillamente, han hecho una rebaja de su porcentaje de beneficio sobre el precio total, rebaja que cada cual puede endosar al componente del vehículo que le venga en gana. Y que ellos se lo atribuyen al aire acondicionado sólo porque da un aire como más distinguido y moderno.
No es esa trampa la que me enfada, digo. Lo que realmente me irrita es la conciencia de que, si hacen anuncios como ésos, que se pasan la lógica elemental por el arco del triunfo, es porque todos ellos -fabricantes y publicistas- saben que al personal se le puede vender los más insólitos peines. Incluso hay anuncios que no describen la menor ventaja del coche publicitado: se limitan a sacar caballos que corren mucho, o señoritas presuntamente estupendas, o incluso peleas de pareja.
Supongo que ya se imaginarán ustedes que nada de todo esto me importa por el hecho en sí, que diría un kantiano. Lo que me deprime es la constatación de que la técnica que funciona para vender coches se aplica también en la política.
Por eso el electorado soporta que le digan que España va bien. Y que el PP nos pone el aire acondicionado gratis, con traje de lino toledano y todo. Y por eso no se subleva cuando Rosa Díez, que jamás ha condenado el papel del PSOE en los crímenes de los GAL -llegó a soltar, cuando la investigación judicial del caso, que «hay autos de la Audiencia Nacional que hacen más estragos que las bombas de ETA»-, dice ahora que es intolerable que el PNV pacte «con quien no ha condenado la violencia». Y no habla de ella.
La culpa no es del vendedor. Ya me hago cargo. Es del comprador.
Javier Ortiz. El Mundo (19 de mayo de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de mayo de 2013.
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