Nota previa.- El apunte de hoy contiene algunos datos que la gente lectora habitual de la PWJO ya conoce. No es que me haya despistado. Es que va a servir de base para mi columna de mañana en El Mundo, cuyos lectores no tienen noticia de lo que cuento, lo que me obliga a repetirme. Aprovecho esta nota para haceros saber que vuelo hoy para Las Palmas de Gran Canaria, donde estaré -aprovechando que he sido invitado a dar una conferencia sobre John Lennon- hasta el 6 de mayo: todo un señor puente. Esas mini-vacaciones no alterarán la actualización diaria de la página, aunque sí su hora, que algunos días será más tardía.
El pasado 2 de abril participé en un acto en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid junto con Iñaki Gabilondo y el catedrático Gonzalo Abril. Un grupo de estudiantes de periodismo nos habían invitado a debatir sobre la información que los medios de comunicación con sede en Madrid proporcionan acerca de la realidad política del País Vasco.
Reconozco que acudí con cierta aprensión, dada la naturaleza del tema propuesto. Pocos días antes, en un debate similar que había tenido lugar en el Ateneo madrileño y en el que también me tocó participar, los asistentes se enzarzaron en una agria y escasamente productiva diatriba, en la que no faltaron las descalificaciones mutuas y los chorreos ad hominem.
Mi aprensión con respecto al acto estudiantil no disminuyó, sino todo lo contrario, cuando comprobé que el muy amplio salón de actos estaba abarrotado.
Todos mis temores se revelaron infundados. Pronto comprobé que los organizadores del acto no tenían la menor intención de montar ningún happening: habían hecho todo lo posible para que aquello fuera un debate serio y sereno, y eso es lo que fue. De hecho, hacía años que no participaba en una charla-coloquio tan masiva y, a la vez, tan ordenada y respetuosa.
Cuento esto para que se entienda mi total perplejidad cuando el pasado lunes me llegó la noticia de que ese mismo grupo de estudiantes había sido desalojado violentamente de la Facultad por un amplio contingente de la Unidad Antidisturbios de la Policía Nacional. Según me enteré, habían cometido el intolerable delito de entrar -por el muy subversivo sistema de girar el picaporte- en un aula desocupada desde hace tiempo para montar en ella un centro de actividades sociales. Al parecer, el decano de la Facultad, Javier Davara -con cuyo apellido me abstendré de hacer juegos de palabras- y el rector, Rafael Puyol, consideraron que esa iniciativa era intolerable («¡Es la revolución!», me cuentan que clamó el primero) y pusieron el asunto en manos del delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Francisco Javier Ansuátegui.
Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Ansuátegui, personaje fascinado con el llamado «principio de autoridad» desde hace mucho -desde los tiempos de Franco, según aseguran quienes lo conocen-, mandó al lugar del crimen a todos los agentes antidisturbios que le cupieron en diez furgonetas, los cuales, a la vista de la actitud indiscutiblemente revolucionaria de los estudiantes -se sentaron en el suelo, los muy violentos-, procedieron a desalojarlos como malamente pudieron: arrastrando a la una por los pelos, levantando al otro por las orejas, empujando a varios más e intimidando a todos.
La Facultad de Ciencias de la Información ha vivido tres días de huelga general, secundada por otras muchas. El jueves, más de 4.000 estudiantes se manifestaron exigiendo la dimisión del rector, del decano y del delegado del Gobierno. Hacía mucho que no se producía en la Complutense un movimiento de protesta estudiantil tan masivo.
Y todo porque a unos cuantos carcas les pareció inaceptable que los estudiantes crearan un centro cultural autogestionado.
La verdad es que ya me entra la duda: no sé si lo que más les molestó es que fuera autogestionado o que fuera realmente cultural.
Los estudiantes me han pedido que, como signo de solidaridad, me niegue a tener trato alguno con esos señores. No hacía falta que me lo pidieran. Hace tiempo que me atengo a normas de estricta profilaxis.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (27 de abril de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de mayo de 2017.
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