José María Aznar le dice a Rodríguez Zapatero que el PSOE no puede llegar en Madrid a un acuerdo con IU porque en IU está Ezker Batua, que pacta con el PNV y EA, los cuales -según él- dan la cara por la disuelta Batasuna, que no condena los atentados de ETA, lo que significa que los apoya.
Aznar tiene un sistema muy raro de establecer con quién pueden y con quién no pueden colaborar los demás. Fija prohibiciones de uso externo que él jamás se ha impuesto. Cuando pactó, Álvarez Cascos mediante, el respaldo del PNV a su primera investidura -por pura vanidad, dicho sea de paso, porque no le hacía falta: le perdieron las ganas de igualar en votos parlamentarios a Felipe González-, los seguidores de Arzalluz no eran menos soberanistas que ahora. De hecho, lo eran más: entonces no hablaban de soberanía, en abstracto, sino de independencia. Y a plazos tan cercanos -o tan remotos- como los de ahora.
¿Y qué no decir de «los comunistas de IU»? Cuando él echaba sin parar flores a Anguita, y cuando sus diputados andaluces «coincidían tácticamente» con los de IU para amargar la existencia a Chaves, IU -toda IU, no sólo la federación de Madrazo- defendía un día sí y otro también el derecho de Euskadi a la autodeterminación y tenía tratos no ya con el PNV y EA, sino incluso con la preilegalizable HB. De hecho, el propio Aznar -una delegación suya- se relacionó en vivo y en directo con ETA: una organización con la que pretendió llegar a un acuerdo y sobre la que se mostró capaz de hacer todo un memorable discurso sin llamarla ni una sola vez «terrorista».
Es bueno asumir principios, normas de conducta. Claro que sí. Pero los principios, por definición, deben tener una validez universal. Y permanente.
Consideremos ese otro reciente invento, el de «los partidos constitucionalistas», que tanto manejan ahora, y que parece haberse convertido en la medida universal de lo aceptable y lo inaceptable. ¿No es de coña que lo haya puesto en circulación un político que hizo propaganda en contra de la Constitución y que encabeza un partido en cuya Presidencia de Honor está un vetusto caballero que se opuso en las urnas a la tan mentada Constitución, como antes se había opuesto con pelotones de fusilamiento a la propia libertad?
¿No se dan cuenta de que es no ya contrario a toda ética, sino incluso a toda estética, que el PP y el PSOE, dos partidos cuyo pasado hay que coger con pinzas, sean los que se dedican a poner objeciones morales a políticos que jamás han colaborado en la muerte de ningún inocente, ni en Hendaya ni en Irak?
Lo que caracteriza a las personas de principios es que primero los proclaman y luego tratan de ajustarse a ellos en la práctica. Lo que hace esta gente es tener la práctica que más le conviene y luego fabricarse un montón de principios a la medida. A la medida de los demás, sobre todo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (3 de junio de 2003) y El Mundo (4 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2017.
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