Ya escribí en tiempos cachondeándome de los anuncios, tan frecuentes en las radios, que se basan en preguntas a las que, claro, no pueden esperar que nadie dé contestación. El que más risa me ha producido desde hace años es ése en el que sale un menda que dice: «¿Quieres convertirte en técnico en prevención de riesgos laborales?». En tiempos, cada vez que lo oía, me empeñaba en responder: «No, no quiero». Y a continuación me ponía a insultar al tipo porque hacía caso omiso de mi respuesta y se ponía a decirme lo que debía hacer para convertirme en técnico en prevención de riesgos laborales.
Decía que era una profesión «con mucho futuro». También eso da motivo para la coña. Como quiera que el anuncio lleva años emitiéndose, para estas alturas debería decir que es una profesión «con mucho presente». A no ser que haga como decía Ángel González en uno de sus poemas juveniles, que decía: «Te llaman porvenir porque no vienes nunca».
Pero, más allá de las bromas, interesa indagar qué razón mueve a tantos avezados publicitarios, que de tontos no tienen un pelo, a fabricar una y otra vez anuncios que formulan preguntas sin posible respuesta. Tras reflexionar sobre ello, se me ocurren dos posibles motivos, unidos entre sí. Primero: lo hacen porque la pregunta crea en quien la oye la sensación de que se le tiene en cuenta a él, personalmente. Y segundo, porque ese sentimiento de presunta comunicación, de confianza, puede contribuir a que el escuchante decida suscribirse al curso anunciado (que opte por comprar el producto publicitado, sea el que sea).
He vuelto a hacer cábalas sobre estos asuntos tras reparar en la enorme cantidad de encuestas, sondeos y consultas que incluyen los medios de comunicación en estas fechas vecinas del cambio de año. Todos piden la colaboración de sus lectores y oyentes para elegir el suceso más importante del año, la foto del año, el personaje del año, etc., etc. Eso, sin prescindir de todos esos opinómetros que no paran de aparecer en sus páginas web, que con frecuencia resultan aún más irritantes que el anuncio sobre la prevención de riesgos laborales, porque preguntan a la gente «de a pie» sobre asuntos que requieren de unos conocimientos técnicos de los que carece o sobre los que no tiene datos suficientes para opinar.
Nada de todo ello es inocente. Responde a una especie de sistema de vasos comunicantes: tanto menos se tienen en cuenta los intereses de la ciudadanía, tanto más se decide todo a sus espaldas, en instancias lejanas (lejanas socialmente y, con frecuencia, también geográficamente)... tanta más falta hace dar al pueblo llano la sensación de que no para de ser consultado y tenido en cuenta.
Algunas consultas de opinión son de auténtica coña. «¿Cree que Benito Floro podrá crear un sistema de juego fuerte y con futuro en el Real Madrid?». Vote lo que vote el puñado de ociosos que responda a semejante pregunta, no cambiará nada, ni a nadie importará. Probablemente ni a Benito Floro. Pero contribuirá a crear la sensación de que vivimos en «la sociedad de la participación».
La técnica aplicada por quienes detentan (*) el poder es tan eficaz como odiosa: primero ponen todos los medios para crear los estados de opinión que les convienen, luego se proclaman inmejorables demócratas por seguir los dictados de los estados de opinión que ellos mismos han generado.
(*) Con mucha frecuencia se emplea el verbo detentar de manera errónea, como si equivaliera a ocupar o a ejercer. Como bien precisa el DRAE, detentar significa retener u ocupar un poder o cargo de manera ilegítima. Lo he empleado a propósito.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.
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