Constato que, cuanto más aumenta el rigor científico de los medios dedicados a las predicciones, menos se atreven sus responsables a dar por seguro ningún pronóstico. Es una demostración de sabiduría: cuanto más sabe uno de algo, más consciente es de todo lo que ignora. En EEUU, las empresas más solventes del ramo no sólo se han negado a augurar un vencedor en las elecciones en las horas previas a la votación, sino que incluso han tomado toda suerte de precauciones para no errar en la extrapolación de los resultados provisionales. Han aprendido de los errores que cometieron en 2000. Se han vuelto mucho más conscientes de lo aleatorios que resultan algunos factores (entre ellos, la capacidad que tienen los candidatos y los hermanos de los candidatos para hacer trampas).
Lo que nos lleva a una situación un tanto paradójica, e incluso un punto cómica: las empresas especializadas sólo se atreven a hacer pronósticos tajantes cuando las cosas están tan cantadas que su trabajo no hace falta para nada, porque la gente se las arregla muy bien por su cuenta para pronosticar lo que va a suceder.
Hace meses me interesé por las razones que explican que otras predicciones que suelen interesar mucho, las meteorológicas, difieran tanto entre sí según qué medio las emita (eso de un lado) y fallen tanto con tanta frecuencia (eso del otro). Hubo expertos que me ilustraron sobre ello. De sus enseñanzas aprendí que la fiabilidad de los pronósticos, una vez establecidas unas correctas pautas de trabajo científicas, depende decisivamente de los medios con los que cuenten para llevarlos a cabo. De la misma manera que hay sondeos electorales que se hacen con medios tan modestos que su fiabilidad se mueve en una horquilla de error que los vuelve casi insignificantes (téngase en cuenta que un ± 3% equivale a una oscilación de seis puntos porcentuales, lo que en la mayoría de las elecciones es todo un mundo), hay predicciones meteorológicas que abarcan territorios tan grandes y tan variopintos que pueden no valer gran cosa para la mayoría de quienes viven en ellos.
Por eso es preferible acudir a las previsiones de quienes cuentan con más medios concentrados en un menor espacio (en el caso de España, el Instituto Nacional de Meteorología). Pese a lo cual, tampoco es nada raro que se equivoquen, porque una cosa es la probabilidad y otra -me atrevo a decir que por fortuna- la certeza.
Soy capaz de entender todo eso.
Lo que excede mi capacidad de comprensión es que la Dirección General de Tráfico española no sólo se equivoque cada dos por tres en sus pronósticos -lo que la incluiría en el campo de lo anteriormente comentado-, sino que se muestre también incapaz de informar sobre lo que ya está sucediendo. Ayer, por ejemplo, la DGT estaba anunciando que en la N-I, dirección Madrid, había «tráfico lento con paradas intermitentes» entre San Agustín de Guadalix y San Sebastián de los Reyes. Lo cierto es que en ese tramo y en ese mismo momento los conductores tenían que circular a 120 km/h como poco, si no querían que los siguientes se cabrearan. A cambio, en idéntico tramo, sólo que en sentido contrario, había un pollo de aquí te espero, del que nadie estaba informando. ¿No cuentan con equipos de radio los helicópteros de la Guardia Civil que sobrevuelan las carreteras? ¿No los llevan los motoristas? ¿Los tienen, pero no los usan? ¿Los usan, pero su información duerme el sueño de los justos hasta que a alguien le da la gana de cursarla? ¿Qué utilidad tienen las cámaras de televisión situadas en las entradas y salidas de las grandes ciudades? ¿Nadie ve lo que trasmiten? ¿Lo ven, pero no se lo cuentan a quienes proporcionan la información radiofónica? Lo ignoro. Lo único que sé, por triste experiencia privada, es que, por lo general, para lo único que sirven las informaciones de la DGT es para saber (más o menos) cómo estaban hace varias horas las carreteras por la que uno planea circular.
Guardarse de predecir el futuro puede ser una muestra de prudencia científica. No atreverse a contar lo que ocurre parece, en cambio, una reserva un tanto excesiva. Sobre todo cuando a uno le pagan por ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de noviembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2017.
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