Está el personal que echa humo. ¡Oigan, por solo 5.000 pesetas! ¡Tropecientos canales, 3.427 películas al día (y además diarias), varios millones de dibujos animados, 876 partidos de fútbol (Segunda Regional incluida)... ¡Y hasta dicen que pondrán un botón que permitirá ver repetido lo más interesante, en el caso -improbable, bien es verdad- de que lo haya!
Es lo que en mi juventud se llamaba un salto cualitativo. Solo que entonces los saltos cualitativos no se conseguían a un precio tan módico como éste, ni siquiera considerando la peseta de la época.
Y no les digo nada lo que pueden llegar a tener si se animan y no solo se abonan a la ganga de Vía Digital, sino también al Canal Satélite Digital de Polanco: van a tener ustedes tantos canales que serán la envidia de Venecia.
Podemos estar en los albores de una transformación social de amplias -ya que no de hondas- consecuencias. Si con cuatro, cinco o seis canales de TV, los miembros de las familias españolas habían conseguido no hablarse apenas, e incluso no mirarse casi, con un centenar al alcance de la vista, el efecto aislante será ya total. Sobre todo porque, como cada cual querrá contemplar un canal diferente, acabará habiendo no menos de tres televisores por hogar, cada uno en una habitación distinta, con lo que marido, mujer y descendencia, si la hubiere, no intercambiarán ya entre sí ni siquiera las miradas de reojo y las frases cortas que se dirigen ahora, que son del tipo: «¡Será memo el tío!», «¿Pero qué haces? ¡No cambies, que estaba viendo eso!», o bien: «¿Oye, éste no trabajaba en Tele 5 hace una semana?».
A partir de la cosa digital, ni eso. No se hablarán ni se verán en absoluto (salvo en el vestíbulo, si coinciden al entrar o al salir, o quizá en la cocina, a la hora de hacer acopio de vituallas).
Hay quien considera que ésta es una perspectiva atroz. Yo no la condenaría sin pruebas. Apréciese el hecho de que una familia que no se trata tampoco puede discutir. Por vía (digital) de consecuencia, tampoco se peleará. Un matrimonio enganchado a la televisión sigue corriendo el riesgo de romperse. En cambio, si cada cónyuge se pirria por un canal diferente, el peligro de divorcio es mínimo, por no decir nulo. La Iglesia debería estudiar seriamente la posibilidad de bendecir esta nueva modalidad de atar a la gente a su hogar preservando intacto el vínculo del matrimonio, dicho sea en todos los sentidos.
Otra ventaja, y nada desdeñable, de la TV digital: con tantos canales a tiro, el personal se verá obligado a leerse páginas y más páginas de programación, lo que dará un nuevo y saludable impulso a la lectura.
Personalmente, nada de todo esto me afecta. Pero eso es únicamente porque vivo solo. De hecho, ya contaba con medio centenar de canales de TV en casa, y apenas encendía el aparato. Son rarezas propias de los que no tenemos de quién huir.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de septiembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de septiembre de 2011.
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