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2005/04/20 06:00:00 GMT+2

Por qué es imposible el Paraíso

San Anselmo se hizo célebre por su formulación de la llamada «prueba ontológica de la existencia de Dios». Según nos contó en su Proslogium, la propia idea de un ser perfecto exige su existencia, porque, de carecer de existencia, el tal ser no sería perfecto. Dicho sea de otro modo: sólo piensa realmente en Dios quien cree en su existencia.

Mi difunta madre, que no creo que conociera la obra de aquel benedictino tirando a platónico que llegó a arzobispo de Canterbury a finales del siglo XI, me formuló en cierta ocasión un razonamiento que bien podría llamarse «la prueba ontológica de la inexistencia de Dios». Dijo mi madre que, de existir Dios, en efecto, debería concentrar en sí la suma de todas las perfecciones, cosa que lo convertiría en poseedor de la máxima bondad, la máxima piedad y la máxima misericordia. Pero alguien capaz de crear la Humanidad -algo tan terrible, tan desigual, tan cruel, tan injusto, tan aberrante- no podría de ningún modo ser infinitamente bueno, compasivo y misericorde. Sería un ente contradictorio, con sus más y sus menos. En cuyo caso, no sería Dios. Luego Dios no existe.

Yo, que no soy muy dado a la teología, me descubrí ayer, mientras fregaba los platos -una de mis ocupaciones favoritas-, reflexionando sobre el Paraíso, que llamamos Cielo. Y me puse a pensar en las almas de aquellos que, liberados ya de su pobre envoltura mortal, acceden a la visión y el conocimiento de todo lo pasado y presente.

¡Saberlo todo! ¡Qué horror! ¿Y quién cree que eso puede ser un Paraíso?

Me imaginé un alma cándida que, llegada al Cielo, se entera de golpe y porrazo, por ejemplo, de que su cónyuge, cuando le decía que se iba a trabajar, aparcaba en una casa vecina para mantener relaciones carnales con otra persona. Y que constata que, encima, se lo pasaba de cine haciéndolo. O el sofoco de aquella otra que descubre que sus bienamados hijos la estafaron a lo largo de toda su vida a base de mal. Me acordé de una mujer que nos contó que de joven pasó bastantes años incapacitada para tener relaciones sexuales porque no podía eludir la idea de que su difunto padre la estaba viendo allí, desnuda y dispuesta a hacer esas marranadas. Ella pasó por un infierno, desde luego. Pero no creo que su padre, si estuviera viendo desde el más allá la situación, se sintiera realmente en el Paraíso.

Me pongo un poco ontológico yo también y deduzco que el Paraíso no puede existir. Sencillamente porque algo como eso que dicen que sería el Paraíso no sería ningún Paraíso.

Nota bene (y ya que estamos en esas materias).- Algunos de mis amigos se felicitan por el nombramiento como papa de Ratzinger Zeta. Son de los que creen que cuanto peor, mejor. No comparto su criterio. La experiencia me ha demostrado muchas, muchísimas veces, que cuanto peor, peor.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (20 de abril de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de noviembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/04/20 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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