La cadena Cope, que financia el episcopado español y sirve al PP internacional, está muy ufana porque ha desvelado que Jamal Ahmidan, apodado El Chino -uno de los suicidas de Leganés, presuntos autores de la matanza del 11-M-, tenía en su ordenador un documento suscrito por un grupo fanático en el que se decía que el atentado de Madrid fue reivindicado con mucha rapidez para perjudicar «al Gobierno del innoble Aznar».
La Cope no ha revelado cómo le ha llegado esa información, resultado de la investigación policial.
A decir verdad, ése no es un punto que me inquiete demasiado. Si yo fuera ministro del Interior, me preocuparía que los documentos confidenciales de los cuerpos de seguridad a mis órdenes circularan por ahí con tanta alegría, pero es bien sabido que no soy ministro del Interior, para satisfacción de todas las partes implicadas en ese venturoso hecho.
Con lo que me da igual.
Lo que no acabo de ver es el gran interés de la noticia.
Primero, porque es evidente que el documento fue elaborado para su difusión pública. Es un comunicado. Ahmidan lo pudo ver en Internet y guardarlo por las razones que fuere, que pudieron ser muchas.
Segundo, porque no creo que nadie con dos dedos de frente dudara de que los autores del triple atentado del 11-M pretendían perjudicar al Gobierno de Aznar y, en la medida de lo posible, contribuir a su derrota electoral. Estoy seguro de que no lo dudaban ni siquiera los patrocinados políticos de la cadena Cope, por más que se esforzaran en aquellas horas en negar la relación directa entre la masacre de Madrid y el entusiasmo belicista de Aznar. (También ahora Blair rechaza que los atentados de Londres tengan nada que ver con la presencia británica en Irak, y tampoco ahora se lo cree nadie.)
El meollo del asunto no está ahí. La cuestión estriba en que la gente del PP cree que Aznar perdió las elecciones por culpa de los atentados del 11-M y no por sus errores políticos, cuando lo cierto es que su inconsciente y presuntuosa participación en el trío de las Azores fue la más acabada expresión de su inconsciencia política y de su utilización del poder del Estado para fines espurios.
No fueron los terroristas de Madrid los que acabaron con la mayoría del PP. De eso se encargaron los electores. Lo que las bombas de Madrid hicieron fue motivar a una parte sustancial del electorado, hostil a la política del PP pero poco entusiasmada por los asuntos electorales -con mucha razón, dicho sea de paso-, que llegó a la conclusión de que los delirios de grandeza tipo Aznar constituyen un grave riesgo para la salud pública. Esa parte del electorado, habitualmente abstencionista, fue la que decidió que había que poner fin a la aznarada cuanto antes.
Aznar fue incapaz de evaluar el alto grado de riesgo que asumía -que nos obligaba a asumir a los demás- optando por la guerra. El propio Rajoy llegó a decir, cuando se iniciaron las operaciones bélicas en Irak, que eso no ponía a España «en el punto de mira del terrorismo internacional». Buena parte del personal -otra no- llegó a la conclusión de que era muy inconveniente seguir en las manos de gobernantes tan torpes, o tan inconscientes, o tan mentirosos. Porque es lógico suponer que su grado de inteligencia, de honradez y de interés por los demás mortales es el mismo siempre, se trate de ir a la guerra, de abordar la paz en Euskadi, de idear un Plan Hidrológico Nacional o de planificar la política pesquera.
Los echaron del Gobierno no por las bombas del 11-M, sino por pura lógica.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de julio de 2017.
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