Hay dos métodos casi infalibles para coger ojeriza a los políticos con poder. Uno es estudiar con detenimiento su función social. El otro, tratarlos personalmente.
Si el pueblo llano tuviera la oportunidad de ver en su salsa a los prebostes de más alto copete, si pudiera contemplar lo que dicen y hacen cuando creen que están a salvo del ojo público, la abstención electoral alcanzaría cotas de escándalo. No ya el voto: la gran mayoría de los ciudadanos les negaría hasta el saludo.
Su cinismo es de tal calibre que puede llegar a dar grima incluso a las personas de sensibilidad más embotada. ¡Hasta a periodistas!
En realidad, los periodistas tenemos motivos muy particulares para mirar a los gerifaltes del poder con franca aversión. Nos la juegan con frecuencia realmente irritante. El personal no sabe que, cuando un político sale en plan solemne desmintiendo con mucha energía una noticia que hemos publicado, frecuentemente es él mismo quien nos la hizo llegar. Se aprovechan, los jetas, de que no podemos revelar la identidad de nuestras fuentes de información cuando les hemos prometido el anonimato.
Claro que en ocasiones no se lo prometemos, por más que ellos, profesionales del chismorreo, lo den por supuesto. Se abre así una situación de posibilidades de lo más tentadoras. Me contaron que The Washington Post publicó hace ya muchos años en su primera página una noticia que rezaba: «Según una personalidad de la Casa Blanca que prefiere ocultar su identidad, pero que es Henry Kissinger...». ¡Ah, qué satisfacción me daría que alguien alguna vez le hiciera aquí esa misma jugada a un chismoso que yo me sé, pero cuyo nombre no mencionaré por obvias razones de fuerza mayor!
Ocurre cada dos por tres: «Las cosas están así», te dicen, «pero comprenderás que, si lo publicáis, me obligaréis a desmentirlo». Y se quedan tan anchos.
El miércoles nos contaba un compañero vasco cómo iban las conversaciones entre el PNV y el PSE. Nos dio un dato realmente curioso. Le preguntamos si lo había confirmado. «Bueno, me lo han contado uno del PNV y otro del PSE», respondió. «¿Y no te lo desmentirán mañana?», volvimos a la carga. A lo que replicó, con perfecta naturalidad: «¿Que si me lo desmentirán? Sí, claro; seguro. Las dos partes».
Se tiran la zancadilla sin parar los unos a los otros, pero esconden la patita. Ante las cámaras, ponen cara de no haber roto un plato en su vida y echan sermones sobre la responsabilidad de los medios de comunicación. Son insufribles.
Javier Ortiz. El Mundo (5 de diciembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de diciembre de 2012.
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