Aseguran que los críos de ahora son unos burreras, incompatibles con la gramática y capaces de hacer faltas de ortografía hasta cuando hablan.
Lo mismo es verdad. Pero, mientras no me demuestren que la juventud de hoy es fruto de una mutación genética, no podré dejar de pensar que, si está saliendo así de iletrada, quizá la culpa no sea sólo suya. Que a lo peor la enseñanza que sufre tiene algo que ver.
Me ha reforzado esta sospecha la lectura de un librito, titulado Disparates II, del que es autor J.L. Rodríguez Plasencia, y en el que, según el viejo modelo de la francesa Foire aux cancres, se da cuenta de las burradas, barbaridades y gazapos cometidos por los jóvenes estudiantes en sus exámenes.
Es verdad que los chavales sueltan muchas tonterías. Pero eso no es lo más llamativo. Lo más sorprendente, con diferencia, es la disparatada cantidad de datos que se supone que deben tener en la cabeza. No me extraña que acaben con una empanada de mil pares. En lugar de enseñarles a pensar, los examinadores se empeñan en que los críos memoricen lo que ellos han decidido que hay que saber.
Por no explicarles, ni siquiera les aclaran qué significan los palabros que meten en los textos. Ejemplo: un alumno dice que Cristo fue quemado y clavado en una cruz. Cuando el profesor se ríe, el crío, cabreado, aporta la prueba: su libro afirma que Jesucristo fue «prendido y crucificado». ¿A quién habría que reprender por el error?
Les obligan a empapuzarse a la vez de tantas, tan variadas y -sobre todo- tan extrañas cosas, que la ensalada final resulta indigerible. «Lenin pretendía instaurar la dictadura del protectorado de Marruecos», escribe uno. Al final, es obvio que se resignan a no entender nada: «El relieve africano es muy peculiar, pues además de ser caluroso, hace frío», afirma uno, poniendo de relieve que nadie le ha aclarado qué diablos es eso del relieve. Todos son conscientes de lo fácil que es equivocarse cuando uno no sabe de qué habla («El clima de América Central es tropical, de vez en cuando»), de las ventajas que en nuestra sociedad tiene lo enigmático («Las costas de Africa están en línea; por eso, su extensión es inversa») y, sobre todo, de lo necesario que es hacer la pelota a los profesores («El 27 es San José de Calasa, patrón de los maestros más poderosos»).
Lo mejor que tienen los chavales es que, hoy como ayer, se las arreglan para soltar verdades como puños. Sin pretenderlo, por supuesto. Les brindo estas enternecedoras joyas: «En Africa se practica el islamismo, el budismo y el cataclismo», «La CEE, o Centro Económico Español, es el Partido Socialista», «En el neolítico se fundó una guerra que llegó lejos».
Y la que me ha parecido más profunda: «Los renacentistas creían en el hombre. Por eso llevaban una vida oscura y supersticiosa».
Angelitos. Y aún hay quien se mete con ellos.
Javier Ortiz. El Mundo (6 de agosto de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2009.
Comentarios
Maravillosa infancia. Alguien dijo que un adulto era una espontaneidad domesticada, un niño venido a menos, un ser “adulterado”. Hay un refrán alemán que valora de forma singular la capacidad infantil: “Lo que no aprendió Juanito nunca aprenderá Juan”.
Antiguamente en este País Vasco de nuestros amores/dolores, los maestros venidos de fuera –la mayoría- , al no hablar la (como diría Francisco Umbral) “lengua de piedra” prohibían a los niños su uso y, junto con un anillo punitivo que pasaba de dedo en dedo entre los alunmos “petreoparlantes”, corría aquella frase de “Vasco ser, cabeza de burro tener, a la escuela ir y no aprender”. A esto, una sabia amona respondió: “Maestros tener que no saber enseñar”.
Ha llovido bastante desde aquella escuela de “La letra con sangre entra” y si los métodos han cambiado tal vez se deba a que la inteligencia humana se resiste y demuestra que la letra entra… a pesar de la sangre.
Sin embargo, parece que todavía existe un serio déficit de verdaderos pedagogos, de personas enamoradas de su profesión que encuentren en el estudio y en la transmisión del saber uno de los mayores goces de la vida, que canalicen la infinita curiosidad de infantil hacia el aprovechamiento de sus propias capacidades, que enseñen a los niños y niñas a disfrutar aprendiendo…
Nací seis años antes que Javier Ortiz y me duele como propio que él no haya podido disfrutar de su tan deseada jubilación, de este renacer a los 65 años en el que se posee el tiempo (mucho más importante que el oro), el oro suficiente para vivir, y una salud sin deterioros. Me emociona este artículo que trata de la niñez. Tal vez porque a nuestra generación también eso nos robaron.
Me lo paso tan bien todos los días con ese amigo y maestro (verdadero MAESTRO a quien no tuve la suerte de conocer personalmente), que voy a ilustrar sus anécdotas con otras dos más.
“El misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los misterios escondidos de Dios que, como dice el Concilio Vaticano II, “si no son revelados no puedes ser conocidos”. Ese misterio, el más profundo de la Fe, el de las “Tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, la lógica infantil lo resolvió así:
─ Es un padre, su hijo y un pajarico que vive con ellos.
La nieta de una conocida mía le preguntó un día a su abuela al contemplar el crucifijo sobre la cabecera de la cama:
─ Abuela, ¿Qué te ha hecho ese hombre para tenerlo así?
Escrito por: Amatxi bat.2009/07/31 12:10:40.291000 GMT+2