Están obsesionados con las pinzas. Desde que creyeron haber desenmascarado la formada por el PP e IU -que emergió de la cabeza de González como Minerva de la de Júpiter, ya armada y dispuesta a la acción-, a los felipistas las cañas se les tornan pinzas. Están persuadidos de que sus enemigos se han conjurado para hostigarles en la modalidad de parejas (cosa que, como es sabido, tiene honda tradición en España, desde lo de Indíbil y Mandonio).
Ven pinzas hostiles por todas partes. De creerles, habría gente dedicada en cuerpo y alma, noche y día, a fabricarlas. Es el caso del juez Garzón: apenas acababan de denunciar la pinza que ha hecho con El Mundo -nada más que para chincharles, por supuesto- y ya se han topado con otra de la misma procedencia: la que creen que se ha montado el juez con su colega Ana Ferrer, encargada de indagar las numerosas trapacerías de Luis Roldán. Y muy pronto le reprocharán -¿se apuesta alguien algo?- la aparición de otra pinza más, ésta ahorquillada mano a mano con la también juez María Jesús Coronado, que investiga el uso ilegal de los fondos reservados.
¿A cuento de qué esta obsesión por las pinzas? Sólo le encuentro una explicación: dan por hecho que el número de pinzas ha de ser proporcional a la cantidad de ropa en juego.
Y es que esta gente, en materia de ropa, ¡tela!
Recuérdese que la palabra ropa comparte raíz germánica con el verbo robar. Todo encaja. La acción de los GAL fue a quema... ropa (ropa Interior, por supuesto). Ahora, para tapar esos trapos sucios, tratan de nadar y guardar la ropa, porque la ropa sucia hay que lavarla en casa.
Sobre todo considerando que hay ropa tendida.
Mi idea es proponer a Bi-Belloch que nos montemos, él y yo, una pinza a medias. ¿Por qué no? Una más no se notará casi nada.
Yo me comprometo a que en esta sección de El Mundo se le trate con exquisita delicadeza y fina consideración, como si él todavía fuera un defensor de las libertades y no supiera nada de lo que fueron los GAL y de cómo se utilizaron los fondos reservados, y como si nada hubiera tapado desde que está al frente de Interior y Justicia.
A cambio, no le pido milagros. Nada de esas cosas que le reclaman otros: dimisiones, investigaciones a fondo y otros imposibles, del todo incompatibles con su ambición sin límites.
Me conformo con que consiga que González no haga caso de las exigencias de los imbéciles que le piden que acuda al Parlamento a «dar explicaciones» que permitan «tranquilizar a los ciudadanos».
Que no acuda. Que se quede donde está. Hasta el día en que el juez lo convoque para que firme su deposición.
Y, si no recuerda ya tampoco cómo se firma, que lo haga como los demás analfabetos: que ponga una equis. Y que la sujete con una pinza.
Javier Ortiz. El Mundo (28 de diciembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de diciembre de 2011.
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