Creo que fue José Antonio Gómez Marín quien llamó «pensamiento adversativo» al modo en que se expresaban todos los felipistas cuando empezó a desenmarañarse la trama de los GAL. «Por supuesto que condeno esos hechos terribles, pero...»; «Sin duda es rechazable el uso de tales métodos en defensa del Estado, no obstante...». No paraban de poner de por medio peros, sinembargos y nobstantes. Todo les valía: los muchos atentados de ETA que había por entonces, la casi nula colaboración que prestaban las autoridades francesas, el amplio consenso social que había sobre la urgencia de acabar con ETA como fuera... Con lo que sus condenas iniciales se quedaban en filfa: pura coartada.
Ahora se ha puesto de moda otro pensamiento adversativo, en parte -sólo en parte- diferente: el de cuantos dicen que condenan sin paliativos todos los crímenes de Pinochet, pero no entienden que se trate tan duramente al exdictador chileno y, en cambio, no se persiga igual a Fidel Castro.
Tienen una singular fijación con Castro. Cuidado que hay dictadores en el mundo; tipos que no sólo han perseguido con saña brutal a sus opositores, encarcelándolos y matándolos por miles, sino que lo siguen haciendo a gran escala: caso del Gobierno chino, del que no suele decirse ni pío (o se dice de ciento en viento, como para cumplir). Pues nada: ellos, erre que erre, Castro y luego Castro, y después Castro. Qué obsesión.
Deberían hacérselo mirar.
Dicen que no entienden por qué a Pinochet sí y a Fidel Castro no. Pues ya se lo explico yo.
Esto no es un concurso para fijar el ránking mundial de los malos, sino un procedimiento legal para perseguir determinados delitos que están tipificados en el Derecho Internacional. Y hete aquí que el Derecho Internacional establece que los gobernantes en ejercicio, como los diplomáticos acreditados, gozan de inmunidad. Más que nada porque, si no, las relaciones internacionales serían un caos, y no habría manera de celebrar ni una mala sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Con lo que Pinochet y Castro no son equiparables a efectos legales, por mucha rabia que les dé.
¿Quieren un caso que sí admite la comparación y que les puede venir al pelo para su pensamiento adversativo? Refiéranse a Henry Kissinger. Él fue responsable, entre otras barbaridades, de los sangrientos bombardeos que EE.UU. lanzó sobre Camboya durante la Guerra del Vietnam. Violó la legislación internacional. Y es perseguible: está retirado.
Exijan que lo trinquen también. No seré yo quien se oponga.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de diciembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de diciembre de 2011.
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