Retomo unas palabras de Rafael Escuredo, ex presidente de la Junta de Andalucía y ahora contertulio de Radio Nacional de España. Comentaba Escuredo en la radio pública, creo que el pasado lunes, las ya manidas declaraciones que hizo Pasqual Maragall sobre las denuncias de tortura formuladas por el director de Euskaldunon Egunkaria, y reprochaba a su ex compañero que hubiera admitido que le parecían creíbles.
Ésta es la trascripción que hice de sus palabras: «Hasta podría ser verdad... ¿Por qué no? Hasta podría... Se les podría haber ido la mano... Pero, mire: ¡piénselo usted, pero no lo diga usted!»
Éste es el punto al que ha llegado nuestra lozana y estupenda democracia. Las mentes supuestamente más preclaras del establishment se preguntan: «¿Cabe que las denuncias de tortura respondan a hechos ciertos?» Y se responden: «Cabe, claro que sí. Pero eso es secundario. Lo esencial es negarlo de cara al público, para no socavar el prestigio del Estado».
De otro modo: tanto les dan los medios; sólo les importan los fines.
Patético, este Escuredo (1). Alardea de listillo, pero es un zote. De ser mínimamente perspicaz, se habría aplicado su propio cuento. ¿Por qué reconoció que la Guardia Civil es perfectamente capaz de torturar? ¿Y por qué tuvo que admitir a continuación que, si realmente ha habido torturas, él considera que hay que ocultarlas?
Debería haberse aplicado su propio cuento: «¡Piénselo usted, pero no lo diga usted!».
No seré yo quien le reproche su involuntaria sinceridad, de todos modos.
Gracias a su seudopicarona torpeza, nos ha mostrado cómo le funcionan las neuroncillas. A él y a los que carburan como él. Y a los que le ríen las gracias.
Resumamos: no les importa el Estado de Derecho, sino las apariencias del Estado de Derecho. Lo que oculte esa fachada les da lo mismo, con tal de que no se vea.
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(1) Un lector me recuerda que Escuredo fue galardonado con la Gran Cruz del Mérito Policial por su brillante actuación como intermediario durante el secuestro de Anabel Segura (que, como se recordará, apareció muerta). Los ministros del Interior suelen tener una muy fina intuición a la hora de colgar medallas. Por eso todos los jueces de la Audiencia Nacional -con la excepción de Gómez de Liaño, en su día- han recibido condecoraciones policiales, algunas con derecho a pensión mensual.
Me cuenta también el mismo lector que no es la primera vez que don Rafael se excede en su sinceridad. En una campaña electoral celebrada cuando aún era presidente de la Junta de Andalucía, amenazó directamente a la población cordobesa, diciendo que si Anguita salía elegido, la Junta tomaría buena nota de ello a la hora de las subvenciones. Don Julio resultó electo, Escuredo cumplió su amenaza, castigó a Córdoba... y la hizo buena: Izquierda Unida subió hasta casi el 60% de los votos en las siguientes elecciones y el PSOE perdió la mitad de los que tenía.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (9 de marzo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.
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