(Hoy, 26 de abril, 66º aniversario del bombardeo de Gernika)
Está abierta en París en estos momentos una gran exposición fotográfica titulada «¡No pasarán!». Recoge instantáneas de la guerra civil española y, muy especialmente, de los brigadistas internacionales que vinieron a combatir contra el fascismo tras el golpe militar de Mola, Sanjurjo y Franco.
«¡No pasarán!».
Me pregunto en qué medida pasaron. Y en qué medida no.
Mi abuelo paterno coleccionaba periódicos. Varios. Llegó a hacer una colección muy importante, que abarcaba cinco décadas del día a día de Madrid: desde los inicios del siglo XX a pasados los años 50. Cuando murió, mi padre heredó la colección. Y yo dediqué muchas horas de mi adolescencia a la lectura detenida de aquella Prensa.
Los periódicos de los años 30 se llevaban la palma, lógicamente. Era apasionante seguir en directo los acontecimientos: la proclamación de la República, sus avatares, el golpe militar, la guerra civil, la derrota. La Historia cobraba vida particular ante mis ojos en la medida en que aquellos periódicos no sólo me daban las grandes noticias, sino también las pequeñas, e incluso las mínimas: las críticas de los estrenos cinematográficos y teatrales, las reseñas sobre moda, las crónicas de sucesos, los ecos de sociedad... y los anuncios. Aunque, como es lógico, mi interés se centraba en los hechos dramáticos que conmocionaban el país.
Recuerdo vagamente un poemilla escrito en catalán que salió publicado allá por finales de 1938 o comienzos de 1939 en la primera plana de un diario de Madrid. Decía: «No passareu. I si passareu / les vides nostres les prendereu».
Me impresionó. Me pareció que encerraba, a la vez, realismo y determinación.
Por aquel entonces, yo daba por supuesto que el «¡No pasarán!» había fracasado. Que el fascismo había pasado. Del todo. Como el caballo de Atila. Arrasando. Pero ahora, pasados 40 años de aquellas lecturas juveniles que tanto me marcaron, me pregunto si realmente pasaron. O, como decía antes: en qué medida pasaron y en qué medida no.
Pasaron porque se impusieron. Pasaron porque vencieron militarmente y porque hicieron a partir de eso lo que les dio la gana: mataron, robaron, obligaron a los vencidos a inclinar la cabeza y a trabajar para ellos...
Pero, con el discurrir de los años, la moneda ha acabado por tener otra cara. Hoy en día, ante el mundo entero, haber luchado contra Franco representa un título de gloria. Se filman películas, se celebran homenajes, se realizan exposiciones... ¿Quién homenajea a Franco? Ni siquiera sus herederos fácticos se atreven a reivindicar la figura del dictador.
Él dijo muchas veces que sólo se sentía responsable «ante Dios y ante la Historia». Del juicio de Dios no he tenido noticia –no se muestra últimamente muy comunicativo–, pero el veredicto de la Historia es ya rotundo, inapelable.
Bueno, algo es algo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (26 de abril de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2010.
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