A partir del 15 de este mes, El Mundo va a cobrar la consulta de sus contenidos por Internet. Ha establecido diversas modalidades de suscripción, más o menos caras según los servicios que desee el internauta. Imagino que dejará accesible una página de titulares, o de resumen, pero el grueso de la publicación será de pago.
He recibido misivas de varios lectores indignados por el cambio, que me piden que diga qué opino sobre el asunto.
Antes de dar mi opinión, contaré cómo creo que se han desarrollado los acontecimientos.
El Mundo pasó por una fase inicial de práctico desdén hacia las posibilidades de la Red. La dirección del periódico tardó en darse cuenta de la importancia del fenómeno y de las posibilidades que presentaba. Durante bastante tiempo, dedicó muy escasos recursos a su edición electrónica (que, además, era de muy complicado acceso). Algunos miembros de la Redacción, pioneros en esto de la navegación, nos quejamos insistentemente de esa situación.
Cuando por fin la dirección asumió la realidad, dio un giro total: el periódico se volcó en la edición electrónica, a la que dedicó ingentes medios materiales y humanos. Exagerados, en mi criterio. Eso representó un esfuerzo económico extraordinario, imposible de compensar con los ingresos publicitarios correspondientes.
Ahora El Mundo está pasando por una delicada situación económica, y la empresa ha encarado un plan general para reducir pérdidas. La edición electrónica no podía quedar al margen. El cobro por acceder al servicio tendrá un doble efecto: el obvio de aumentar los ingresos y el subsiguiente de reducir gastos, porque descenderá la demanda.
Bueno: no creo que quepa reprochar a nadie que cobre por lo que produce. Yo -que no soy muy dado a la piratería y no estoy nada ducho en las complejas artes que requiere- pago religiosamente mi suscripción a diversos servicios a los que accedo por Internet: dos programas de antivirus, los contenidos completos de la Enciclopedia Británica, el servicio de acceso a distancia a mi ordenador principal... Me hago cargo de que son beneficios que obtengo del trabajo de una gente que vive de eso, lo pago y ya está.
¿Cuál es el problema que va a afrontar El Mundo? Que a la mayoría de la gente le irrita sobremanera que aquello a lo que ha tenido acceso libre durante años pase de pronto a costarle dinero. Tanto más cuanto que una parte importante de esa gente entra en las páginas de El Mundo tan sólo para completar su información, no porque simpatice con la orientación y la línea editorial del periódico. Que le cobren por un producto que dista de ver con buenos ojos le parece más que demasiado. Sobre todo cuando hay otros productos relativamente similares que son gratuitos.
Pues que no pague.
«Entonces no podré leer tus columnas», me objetan algunos.
Y qué le voy a hacer yo. Siempre se ha dicho que el que algo quiere algo le cuesta.
«Pues tú no te aplicas la norma», me replica una lectora. «Tú no cobras por esto».
Y yo le respondo que la norma se cumple, sólo que al revés. Soy yo el que algo quiere: comunicar. Así que algo me cuesta.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (10 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
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