A fuerza de criticar la disparatada política vasca del Gobierno de Aznar y a quienes le corean los dislates, tal vez haya quien se piense que no veo con malos ojos la actitud de la dirección de Batasuna.
Nada más falso.
La detesto.
Detesto su mística de la construcción nacional, su indiferencia ante las opiniones y los sentimientos de la sociedad vasca realmente existente, el mesianismo que les conduce a identificar sus propias opciones con las del conjunto de Euskal Herria, su silencio oficial ante el horror de los medios empleados por ETA... Sé perfectamente que ésas no son las señas de identidad de muy buena parte de la izquierda abertzale, pero también sé que son las que aparecen cara al público como definitorias de la organización.
Cuando me opongo a las aberraciones jurídicas de Garzón, lo mismo que cuando pongo de vuelta y media la reforma de la Ley de Partidos, no lo hago en defensa de los Otegi, Álvarez y compañía. Lo hago pensando en que Euskadi necesita encontrar una fórmula de convivencia que nos valga a todos. Con conciencia de que un plan que pasa por la persecución política y la marginación legal de decenas de miles de personas, como el que enarbolan en estos momentos el PP y el PSOE, es cualquier cosa menos una verdadera solución.
Por razones muy diferentes -a veces opuestas- no me gustan ni los unos ni los otros. Pero son los mimbres que hay. Sin ellos, no habrá cesto.
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Parte médico (3ª entrega).- Pido excusas por lo lacónico de los últimos apuntes del Diario (y por los refritos de las columnas). No tengo más remedio. A partir de la hora de esfuerzo lector (o escritor), mi ojo derecho se convierte en una auténtica fábrica de lágrimas, lo que me obliga a dejarlo descansar varias horas. El pobre va mejorando, pero poco a poco. Hasta que se reponga aceptablemente, tendré que tratarlo con delicadeza, sin exigirle demasiado.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (22 de agosto de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de enero de 2018.
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