Cuenta hoy García Abadillo en El Mundo que Baltasar Garzón va a solicitar una excedencia para colgar la toga y marchar a Estados Unidos a dar clases. Parece que las gestiones del apaño se las ha hecho gente del grupo Prisa con influencias en las Américas y que su marcha tendrá lugar en la primavera del año que viene.
Hace tiempo que se contaba en los mentideros capitalinos que Garzón ha sufrido una decepción muy grande tras la llegada del nuevo Gobierno. Una vez frustrada su aspiración a presidir la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional -su candidatura no obtuvo el respaldo de la mayoría de los miembros del Consejo General del Poder Judicial-, el juez estrella por antonomasia confiaba en que Rodríguez Zapatero lo nombraría para un cargo de campanillas. Una vez más, le perdió la petulancia: no contó con que hay muchos dirigentes del PSOE que desconfían de los extremos a los que puede llegar por culpa de su ambición y sus ganas de figurar. No sé si entre esos dirigentes se contará el ministro de Defensa, José Bono, que lo apadrinó en su primera incursión en la política profesional y que posiblemente saldría escaldado de la experiencia; sí tengo noticia, en cambio, del claro desafecto que le profesa el actual ministro del Interior, José Antonio Alonso, lo cual ya habría sido suficiente foso para impedir que pudiera reemprender su carrera política, esta vez como gran coordinador de la lucha antiterrorista, que era el puesto al que aspiraba.
Garzón se considera un hombre más bien de izquierdas, y no poca gente tiene esa imagen de él, sobre todo por su participación en el intento de extradición de Pinochet. Yo, que lo traté en tiempos, siempre he pensado que no cuenta ni con la preparación ni con las convicciones políticas necesarias como para asignarle una ideología deliberada. Pero, al margen de eso, lo decisivo es que el último tramo de su carrera judicial lo ha hecho de la mano del PP. Fue el juez de Mayor Oreja, no sólo en el terreno práctico, sino también en el doctrinal: dio una cobertura judicial clave a la política del tándem Aznar-Mayor en relación a Euskadi, contribuyendo a amalgamar y criminalizar conjuntamente el nacionalismo y el terrorismo. Ésa es la marca de fábrica que lleva encima.
Ahora, tras la derrota del PP el 14-M, los principales artífices de aquella política van emprendiendo la huida uno tras otro. Aznar no para de volar -aunque se repare en él sobre todo por sus escalas en Georgetown- y Mayor Oreja, con el inevitable Iturgaiz del brazo, se ha instalado en Estrasburgo. Quedaba Garzón. Se va también.
Es síntoma de que algo está cambiando. ¿Resulta esperanzador? Depende de la palabra en la que pongamos el acento. Si nos fijamos en que la realidad se mueve, cabe alegrarse. Si reparamos en la velocidad de tortuga a la que lo hace, hay motivos para seguir desesperando.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de noviembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2017.
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