El diario La Reppublica ha desvelado los detalles de una oscura trama político-empresarial montada para neutralizar el consorcio periodístico RCS, propietario del Corriere della Sera y bastantes más medios de prensa en Italia, amén de máximo accionista del diario español El Mundo y la editorial francesa Flammarion, entre otras empresas del campo de la comunicación de diversos países. El plan apuntaría a hacerse con el control accionarial de RCS (Rizzoli - Corriere della Sera) mediante una OPA.
Al frente de la trama se encuentra un constructor, Stefano Ricucci, desconocido hasta hace muy poco y convertido súbitamente en multimillonario gracias a un conjunto de operaciones financieras favorecidas por el Gobierno de Silvio Berlusconi. En la sombra, pero no invisible, aparece Umberto Livolsi, mano derecha de Berlusconi en Fininvest, el holding mediático del primer ministro italiano.
El asunto ha salido a la luz porque uno de los últimos pelotazos de Ricucci ha despertado el interés de la justicia italiana, que considera que el comportamiento del constructor ha podido ser delictivo. La investigación judicial ha desvelado la maniobra para apropiarse de RCS.
La intencionalidad política de la trama es evidente. Se aproximan las elecciones italianas, Berlusconi no ve claro su porvenir como gobernante y quiere acallar como sea las voces discrepantes con más influencia en el electorado italiano, la principal de las cuales es el Corriere della Sera y su grupo. Ricucci es el encargado de cumplir esa misión, para la que, según dice La Reppublica, contaría con el respaldo de un muy poderoso pero no identificado «grupo extranjero».
Y, ya que hablamos de extranjeros: cuenta La Reppublica que una de los protagonistas de la trama no es otro que el yerno de José María Aznar, Alejandro Agag. Aparece constantemente en las conversaciones mantenidas entre los cabecillas del plan, que aluden a él como pieza clave. Citándolo unas veces sólo por el nombre, pero otras con nombre y apellido, dan cuenta de sus movimientos, de sus consejos, de sus viajes: «Estaba muy contento porque la reunión de París ha ido bien», «Alejandro me ha pedido que le eche una mano para demostrar que el precio que queréis lanzar sigue en pie», «Alejandro Agag llega mañana por la noche a Roma; podríamos vernos», etc.
Cabría sospechar que el interés de Ricucci por hacerse con el control de El Mundo no es tan alto como pretende. A cambio, no cabe pensar que Agag considere que ése es un punto secundario. Establecido lo cual, la cuestión que se plantea es: las maniobras de Agag para alterar el control accionarial de El Mundo, en la actualidad favorable a Pedro J. Ramírez, ¿las hace por su cuenta o con la autorización, si es que no el encargo, de su suegro? Lo primero no es impensable: desde el paso de Juan Villalonga por Telefónica, Aznar tiene acreditada su habilidad para criar cuervos que le saquen los ojos. Pero tampoco cabe descartar, ni mucho menos, lo segundo. Porque el ex presidente de Gobierno tiene muchísimos defectos, pero uno que destaca sobre todos los demás: es rencoroso hasta lo enfermizo. No admite que quienes él catalogó en su momento como aliados, si es que no como seguidores, lo hayan pasado a la reserva, dándolo por amortizado.
Como en los novelones por entregas de antes, este comentario sólo puede tener un final: «Continuará».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (7 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de julio de 2017.
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