Después de asistir a un repaso del tramo ferroviario donde se produjo el accidente del Talgo Madrid-Cartagena, el ministro de Fomento anunció que tanto Renfe como su departamento descartan la posibilidad de que el suceso viniera provocado por «un fallo humano». Y enumeró los puntos en que basan el diagnóstico: la vía se encontraba en buen estado, la máquina había sido revisada hace un mes y avanzaba a una velocidad correcta.
Según «fuentes próximas a la investigación» -eufemismo que la Prensa utiliza para poner en circulación datos o ideas que desean que circulen, pero de los que nadie quiere hacerse responsable-, el hecho podría ser resultado de «una trágica gamberrada». Pero no han encontrado nada que pudiera haber servido de instrumento para la mortal humorada. ¿Con qué lograron los presuntos gamberros que la máquina descarrilara?
Yo no tengo ninguna hipótesis para explicar lo que sucedió, pero, a cambio, me parece de rigor criticar los instrumentos conceptuales con los que se están manejando Álvarez Casos y Renfe.
En primer lugar, y como he dicho ya ni sé cuántas veces, lo del «fallo humano» es como lo de las «personas humanas»: una bobada. Todo fallo es necesariamente humano. Sólo se equivoca quien tiene capacidad de elegir. Las máquinas no fallan: fallan quienes las mantienen en funcionamiento más tiempo del razonable, quienes no las revisan bien, quienes las manejan inadecuadamente, etcétera.
En ese sentido, es ridículamente corta la lista de posibles fallos humanos examinados -y descartados- por las autoridades.
Sin ir más lejos, se sabe que el tramo Albacete-Murcia es uno de los peor acondicionados de la red viaria principal española, y que las inversiones realizadas en él durante los últimos años han sido mínimas. Ese dato no ha sido mencionado ni siquiera para quitarle importancia.
Otro ejemplo: se dice que la máquina fue revisada en diciembre, pero nadie parece haber investigado todavía en qué condiciones y con qué garantías de rigor se realizó esa revisión.
Item más: tal vez no sea sencillo proteger el conjunto de la red viaria y dificultar que cualquier enloquecido pueda acceder a ella, pero no veo que nada haga especialmente difícil que los trenes lleven una cámara de vídeo blindada que recoja todo lo que va apareciendo delante por la vía y que, en caso de accidente, permita una más rápida clarificación de las causas.
Por resumir: da la sensación de que todo está concebido con gran habilidad para que, en caso de accidente, la compañía y el Ministerio puedan lavarse las manos cuanto antes, visitar a los heridos, enterrar a los muertos... y a otra cosa, mariposa.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de febrero de 2017.
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