Dice el PNV que «el discurso de ETA está caduco». Y acierta.
Entendámonos.
Muchos de los argumentos que emplea ETA para justificar su acción (esto es, su existencia) contienen no poco de verdad.
Es cierto que la transición española -que tantos consideran ejemplar- fue una chapuza total. Una chapuza destinada a vestir con nuevos hábitos la vieja ceremonia, que diría el Leonard Cohen.
Con argumentos muy similares a los que ahora utiliza Baltasar Garzón para pedir la extradición de Augusto Pinochet, podría ese juez ordenar la detención de Manuel Fraga, o la de Rodolfo Martín Villa, por citar solo dos santos de mi devoción.
También es cierto, sin duda -sin duda para mí, por lo menos-, que el referéndum que sirvió para refrendar la Constitución fue un apaño monumental, en el que se forzó a la población a votar a la vez la libertad de partidos y la economía de mercado, la indisoluble unidad de la Patria y el Estado de las autonomías, la prioridad del varón sobre la hembra en la línea de la sucesión del Trono y la no discriminación en razón del sexo.
Y tantas otras contradicciones.
No menos verdad es que la mayoría del pueblo vasco se negó a participar en aquel referéndum, con lo cual -todo depende de dónde residencie cada cual la soberanía- hasta puede considerarse exenta de acatar lo prescrito en la mal llamada Carta Magna.
La cuestión crucial no está en lo acertado o erróneo de esos argumentos, sino en su vigencia. Porque hasta lo más razonable tiene fecha de caducidad. Y las objeciones de principio a la Transición española -guste más a unos, desagrade más a otros (es mi caso)- han caducado.
La Iglesia católica se hizo fuerte en España, en tiempo de los visigodos, por métodos de dudosa legitimidad. Fernando VII recuperó la Corona de modo altamente discutible. Isabel II, con la ley en la mano, no debería haber sido reina. Vale, y qué. Son cosas que ya no se discuten: se constatan. La Historia es una cadena de chapuzas, de usurpaciones, de dislates impuestos cimitarra en mano. Es lícito y noble rebelarse contra ellos por un cierto tiempo. Mientras tienen remedio y pueden rectificarse. Pero, pasado su momento, solidificada la injusticia, ya no cabe sino tomarla como un hecho.
Por eso tiene razón el PNV. No es que el rollo de ETA no contenga su parte considerable de verdad. Pero es una verdad caducada.
Lo actual no es necesariamente mejor que lo pasado. Es, sencillamente, diferente.
Javier Ortiz. El Mundo (1 de septiembre de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de septiembre de 2011.
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