Se ha avanzado, vaya que sí. Todavía me acuerdo de los tiempos en los que Enrique Múgica, a la sazón prohombre del PSOE, respondía a una pregunta sobre las reivindicaciones de gays y lesbianas diciendo: «La Constitución ya deja muy claro que no es admisible ninguna discriminación en razón de sexo». O la contundente afirmación, hecha por aquellos mismos tiempos –finales de los setenta– por un alto dirigente del PCE, creo que Ignacio Gallego: «Yo me tomo una copita de coñac de vez en cuando, claro que sí, porque no soy maricón».
Habrá quien diga –yo mismo, sin ir más lejos– que el trecho que se ha avanzado es en muy buena medida formal. Pero las formas son muy importantes. A la hora del trato social superficial, que es el que tenemos con la mayoría de la gente con la que nos relacionamos, lo que cuenta es la apariencia. Vale con que haga como si no tuviera nada contra nosotros y con que se comporte de manera educada y respetuosa. Por lo demás, los comportamientos sistemáticos, por dudosamente sinceros que sean en sus inicios, acaban casi siempre por calar en el carácter.
Claro que no todo el mundo, ni mucho menos, se comporta de manera educada con quienes evidencian su ruptura con el modelo socio-sexual dominante. Hacen legión por estos lares quienes, cuando se topan con esa realidad en cualquiera de sus variantes, siguen dando muestras de incomodidad, de desasosiego, de rechazo e incluso –ya en el peor de los extremos– de odio violento.
Los cambios sociales nunca son homogéneos. Avanza una parte de la sociedad, otra se deja ir y otra se resiste.
Incluso la que avanza lo hace de manera sinuosa.
Oigo algunas voces representativas de la impresionante manifestación de ayer en Madrid que se felicitan por la presencia al frente del cortejo de dirigentes políticos y sindicales. Ver esa cabecera, en la que lo mismo caminaba gente realmente comprometida en la lucha por los derechos de lesbianas y gays que los aprovechados y oportunistas de un día –¡pero si incluso estaba Esteban Ibarra, que come a diario en el pesebre del PP!–, me produjo tristeza. ¿Ya nadie recuerda lo que hizo el PSOE por la igualdad de derechos de las y los homosexuales durante sus trece años de gobierno de España?
¿Que el PP es peor todavía? Vale, todo resulta siempre empeorable, pero la lapidación no puede servir de coartada a la silla eléctrica.
¿Quieren dar una segunda oportunidad a los socialistas? Allá ellos. Pero, ¿por qué han de dársela poniéndolos por delante?
Me contestaré yo mismo: porque en las organizaciones de gays y lesbianas también hay mucho politiqueo.
Se avanza, pese a todo. Pero a costa de mucho esfuerzo, y de mucho sofoco.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (30 de junio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de mayo de 2017.
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Escrito por: miren.2010/06/29 15:25:9.554000 GMT+2