-¡El ordenador este se me reinicia por su cuenta montones de veces!
Mi buen amigo Gervasio Guzmán se compró el lunes pasado un nuevo ordenador y desde entonces viene telefoneándome del orden de seis u ocho veces al día.
-Pues ya lo siento -le digo, por decir algo.
-Pero, ¿por qué hace eso?
Gervasio sabe que en alguna ocasión he resuelto por mi cuenta algún lío informático y se piensa que sé mucho sobre tales aparatos, lo cual es falso de toda falsedad. Lo poco que he aprendido en esta materia me ha situado en un estado perfectamente socrático: ya sé que no sé nada.
-¿Que por qué hace eso? Veamos: cabe que tenga una pieza defectuosa, y en ese caso vete a saber cuál; cabe que te haya entrado un virus, un troyano o similar; cabe que sea culpa de algún programa que has instalado, lo cual podría suceder porque lo has instalado mal o porque has utilizado una copia defectuosa del programa o porque ese programa entra en conflicto con otro; cabe incluso que la conexión a la red eléctrica esté mal soldada y se vaya y venga...
Al final, le confieso a Gervasio la pura verdad: para mí, el misterio de la Santísima Trinidad es un juego de niños comparado con un aparato de éstos. Por lo menos, lo del Uno y Trino es un enigma antropomórfico: no lo entiendo, pero sé por qué no lo entiendo. Un ordenador, en cambio, me supera por las cuatro dimensiones.
Y si el único aparato incomprensible fuera ése, todavía.
-Vienes ya para Madrid, ¿verdad? -me dice Gervasio una vez reconciliado con mi ignorancia y por cambiar de tema-. Supongo que habrás llevado a revisar el coche. Porque, como tengas una avería y te pille el paro de las grúas, te vas a enterar.
Consigue deprimirme todavía más. ¿Revisar el coche? Pero, ¿qué parte del coche? Los coches de ahora están llenos de cosas rarísimas, todas ellas dispuestas a estropearse a la menor oportunidad. ¡Es imposible revisarlas todas! Ventanillas, retrovisores, puertas, asientos, climatizadores... Todo funciona con sistemas eléctricos complejísimos, que como fallen, te hacen el avión. Mi coche -y eso que no es nada del otro jueves- esconde en sus arcanos una antipática voz femenina que se presenta pretenciosamente como «El ordenador de a bordo» y que posee dos funciones básicas: apuntarte cosas que ya sabías y proporcionarte información errónea. Si te quedas sin batería, por ejemplo, te dice que el sistema antirrobo está bloqueado. ¿Quién revisa todo ese cúmulo de absurdos?
Y el resto, por el estilo. El Chaplin de Tiempos modernos no sabía lo que nos esperaba.
Hay noches que miro la mesita del salón, veo el montón de mandos a distancia que reposan en ella y pierdo el interés por cualquier género de hipotético entretenimiento. Me voy a la cama, sin más. Por lo menos el mecanismo de las sábanas todavía lo entiendo.
Javier Ortiz. El Mundo (28 de agosto de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de abril de 2018.
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