Me equivoqué. Atribuí el incremento del tránsito de pateras que se produjo a finales de septiembre a través del Estrecho a las prisas que los patrones de las frágiles embarcaciones se daban para adelantarse al mal tiempo. Daba por hecho que, cuando llegara el invierno, ni ellos ni sus misérrimos clientes se aventurarían a desafiar de manera tan masiva las frías y traicioneras aguas que sirven de frontera entre el Mediterráneo y el Atlántico.
Está claro que menosprecié la ambición de los unos y la desesperación de los otros. Las pateras siguen llegando sin parar a las costas de Andalucía. A diario. Este fin de semana se supo de dos jóvenes magrebíes que habían intentado un imposible: atravesar el Estrecho a nado. ¡En diciembre! Ni siquiera un nadador profesional habría sido capaz de realizar una proeza semejante. Uno de los muchachos murió en la travesía; el otro fue rescatado con graves síntomas de congelación.
El domingo se realizó en Madrid una manifestación contra la nueva Ley de Extranjería. Hubo jarana. Los militantes de las organizaciones de inmigrantes más conscientes, que habían sido marginados de la convocatoria por los políticos, sindicalistas y oenegeistas profesionales, les montaron la bronca: les acusaron a gritos de haberse inventado la manifestación nada más que para lavar su mala conciencia y salir en la foto.
Tienen razón. Esa gente fue entusiasta artífice de la anterior Ley de Extranjería, que ya era muy restrictiva, y no ha hecho nada serio por oponerse a su ulterior reforma, que la ha convertido en un engendro abiertamente anticonstitucional. Circunscribieron sus críticas al foro parlamentario, lo cual, dada la mayoría absoluta del PP y la férrea determinación del Gobierno de sacar el asunto adelante, equivalía a dirigírselas a la pared.
Y ahora, cuando la reforma ha pasado ya incluso el trámite del Senado, ¡salen en manifestación a la calle!
Escuché a Diego López Garrido afirmar que la manifestación era oportuna, porque «no todo está perdido», dado que sigue pendiente el recurso ante el TC. ¿Pretendía el diputado y catedrático de Derecho Constitucional decirnos que la finalidad de la manifestación era... presionar sobre el Tribunal Constitucional? ¿Que no quisieron convocar manifestaciones para forzar al Gobierno, pero que las ponen en marcha ahora para influir sobre los jueces?
Hay gente que carece de vergüenza. Sinvergüenzas, por decirlo claramente.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2017.
Comentar