Ibarretxe hizo ayer todo un despliegue de buenos modos en Madrid. En su breve estancia en la capital del Reino, repitió una y mil veces que está abierto al diálogo con tirios y troyanos, que respetará a todo el mundo e incluso a alguno más, que cumplirá cuantas sentencias se hayan dictado o se dicten en el futuro... Aplaudió el discurso parlamentario del rey y hasta charló un rato con Manuel Jiménez de Parga, lo que constituye una muestra irrebatible de su estoicismo y su espíritu de sacrificio.
Fue correspondido con una catarata de gestos corteses y de buenas palabras. Nada del viejo estilo PP, con sus desplantes y desaires a gogó (salvo en lo que al propio PP toca, por supuesto).
Los socialistas con mando en la Villa y Corte sonrieron todo lo sonreíble y respondieron a las invitaciones al diálogo lanzadas por el lehendakari diciendo que, para diálogantes, ellos, que están dispuestos a dialogar y dialogar hasta ponerse malos, faltaría más.
Con todo lo cual, puede haber -y hay, por lo que oigo y leo- quienes dan por inaugurada una nueva era de paz y concordia entre los gobiernos de Madrid y Vitoria, destinada a proporcionar sanos y hermosísimos frutos de aquí a cuatro días.
Y de eso, nada.
Sóplese la hojarasca y mírese lo que hay por debajo. En muchas materias, Zapatero no ha aportado hasta ahora más que buenos deseos genéricos. Sin concretar y sin plazos. Pero, en relación a Euskadi, ni eso. Ha conminado al Gobierno de Vitoria -lo hizo en su discurso de investidura- a rectificar, como premisa para inciar el diálogo. Curioso talante dialogante: ¡pide a la otra parte que acuda al diálogo de rodillas!
Ignoro si Zapatero estará dispuesto a desbordar sus límites, pero es obvio que los tiene, y muy nítidamente marcados.
Sabe que, por el momento, no está autorizado a dar a Euskadi más que sonrisas. Porque de lo contrario se le levanta la tropa mesetaria.
Para obligarle a ir más allá -para forzarle a cambiar sus planes iniciales, rígidamente cicateros- no habrá otro remedio que situarle ante la cruda elección: o afronta la revuelta de la tropa mesetaria o encara el levantamiento de las tropas periféricas.
Nadie se llame a engaño: también los diálogos son reflejo de la relación de fuerzas. Tanto más grueso y contundente es el garrote que tienes, tanto más te sonríe el de enfrente.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de abril de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de mayo de 2017.
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