Dice Monica Lewinsky que el presidente Clinton y ella se dedicaban a prácticas sexuales "poco corrientes". ¿Y ella cómo sabe qué es corriente y qué no en la intimidad de la mayoría? ¿Considera acaso que el muestrario obtenido en su propia experiencia es representativo del conjunto de la población de los EEUU?
El ultrarreaccionario fiscal Starr no pretende sólo demostrar que Clinton mintió al Gran Jurado: quiere presentarlo también como un hombre obsceno. Y Lewinsky colabora.
Pues bien, estoy de acuerdo. Sólo que mi concepto de obscenidad es bastante diferente al suyo. Y le incluye.
En efecto, me parece una total obscenidad que este caballero se haya gastado miles de millones en hurgar en los devaneos sexuales del presidente. Leí anteayer que con una cantidad como ésa se podría haber paliado la hambruna que sufre ahora mismo la población sudanesa. Qué terrible indecencia, qué obscenidad.
El ataque que lanzó anteayer el Ejército norteamericano contra Sudán y Afganistán por orden expresa de Bill Clinton es también de una obcenidad intolerable.
Casi lo pronostico. El pasado martes, después de ver su patético mensaje televisado, dije: "Pobres iraquíes. Acaban de ganarse otro bombardeo". Una compañera del periódico, más puesta que yo en estas materias, me respondió: "No creo que ataque Irak. Esta vez les va a tocar a otros". Pero también estaba convencida de que estábamos en vísperas de otra hazaña bélica.
¿Le creyeron ustedes cuando apareció asegurando que había decidido la acción al saber que se estaba celebrando una "cumbre de jefes terroristas"? ¿Se creyeron ustedes que la fábrica de Jartum que han destruido elaboraba realmente armas químicas? El embajador de Sudán en las Naciones Unidas ha dicho que esa fábrica había sido revisada hace poco por una misión internacional, que no observó en ella nada de especial.
Miente Clinton. Miente con la misma naturalidad con que mintió sobre sus relaciones con Lewinsky. Es tan tramposo cuando perora a cuento de la maldad de Osama Bin Laden, el maligno, como cuando viste la corbata de la otra. Con una diferencia: la que hay entre un feo trozo de tela y decenas de misiles de crucero. Ponerse una corbata no es obsceno; ordenar que se lancen un montón de mortíferos misiles para que se olvide la torpeza de una corbata, sí lo es, y mucho.
Pero los mismos que no están dispuestos a perdonarle la bobada de la corbata aplauden su ataque cortina de humo contra objetivos dudosos situados en dos países que nadie ha demostrado que tengan que ver en esta historia: un acto de guerra decidido por su cuenta -pero con alto riesgo ajeno-, sin contar con la ONU para nada.
Eso sí que es obsceno, licencioso, deshonesto y pornográfico. Eso sí, y no las prácticas poco corrientes de las que habla Monica Lewinsky.
Javier Ortiz. El Mundo (22 de agosto de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de mayo de 2013.
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