Según el director de cine estadounidense John Landis, que tiene en las pantallas de medio mundo una película basada en tan demoledora como amarga tesis, la característica standard del ciudadano norteamericano medio actual es la estupidez.
Una de las pruebas que esgrime Landis para sustentar su afirmación es el éxito arrollador de taquilla que están teniendo en su país algunas películas rematadamente estúpidas. De las que cita, yo sólo he visto Misión imposible. Suscribo con total entusiasmo su apreciación. Misión imposible es una película estúpida, con un argumento estúpido, unos diálogos estúpidos y unos efectos especiales estúpidos. Sólo quien ya sienta de por sí una irremediable inclinación por la estupidez puede quedarse satisfecho después de haber sido sometido -de haber pagado para que lo sometieran- a semejante explosión de vacuidad.
Antes me chocaba la tendencia de mis amigos yanquis -apenas he conocido sureños- a echar pestes de su país. Frente a sus comentarios despectivos, les recordaba las muchas y excelentes aportaciones que las Artes y las Ciencias deben a los EE.UU. No podía por menos: personalmente, tengo una deuda de gratitud hacia no pocos sociólogos, economistas, novelistas, poetas y songwriters de aquel país, y ni puedo ni quiero dejar de reconocerla. «Los americanos de los que hablas no son representativos», me contestaban los nativos de por allá. E insistían: «Esos son malos americanos. Un buen americano es primario, patriotero y adorador del éxito como meta vital insuperable. A partir del momento en que un americano comienza a darse cuenta de que las cosas de esta vida son complicadas, de que la Ley y el Orden no sirven como suprema escala de valores y de que sus gobernantes no son trigo limpio, empieza a convertirse en un mal americano». (Es curioso: todos ellos, hasta los más críticos, se dicen «americanos», sin más, como si el resto del continente no existiera, o fuera su patio trasero).
Estoy dispuesto a rendirme y a darles la razón. Sea: hoy en día, casi todos los aborígenes de los EEUU son poco autocríticos, poco cultos y nada cosmopolitas. Bien.
Pero, si es verdad que la inmensa mayoría de los estadounidenses son así, ¿qué no pensar entonces de lo nuestro? Por lo menos, la radical estupidez made in USA es algo genuino. Aquí nos toca asumirla de importación y pagar royalties por ella. Si los EEUU son hoy en día un imperio aquejado de tediosa estupidez, ¿no será todavía mayor la de aquellos que asumen como «natural» la sumisión económica, militar y cultural a ese imperio?
Cuando hablan de lo EEUU, algunos de los pontífices de la actual derecha española adoptan una pose de superioridad. ¿A cuento de qué? Ellos son igual de primarios, patrioteros y adoradores del éxito como excelsa meta vital.
Dicen lo mismo, pero adornado con citas del florilegio hispano. Son portavoces del Pensamiento Único en lengua vernácula. Una especie de norteamericanos de segunda.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de octubre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de octubre de 2011.
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