El nefasto fin de semana que inicié el viernes con un aparatoso accidente que me produjo dos largas y profundas heridas en el antebrazo derecho -ver el apunte del sábado para los detalles- tuvo su origen, como conté, en la rotura de un espejo. He comprobado que los supersticiosos tienen razón: la rotura de un espejo trae mala suerte. Sobre todo cuando los pedazos rotos te caen encima. Pero las consecuencias del mal fario no se quedaron ahí. Para remate completo de la faena, ayer, cuando aterricé en Madrid -algo es algo-, comprobé que Iberia me había perdido una maleta y había roto el sistema de arrastre de la otra. Puse al tanto al taxista de la situación. Me pareció un detalle de honradez elemental. No se accidentó. Sólo se metió en un interminable atasco. Tardé el doble de Barajas a casa que de Barcelona a Madrid.
Conocedor el personal de mi decidida afición por el humor negro, he recibido ya un puñado de mensajes orientados por esa vía, que me toman el pelo con mi entrada -provisional, espero- en el gremio de los mancos. A varios lectores -incluido uno de Boston- se les ha ocurrido señalarme que eso me ha pasado por dedicarme a ofrecer mi brazo para que Ibarrtxe pueda seguir exponiendo su plan. Otro me dice que la cosa tampoco es tan grave, dado mi conocido izquierdismo. Otro más manifiesta su esperanza de que esto no signifique que doy mi brazo a torcer. En fin, una perfecta asquerosa me escribe: "¿Y quién dijo que tú no te cortabas nada?".
Fuera de eso, mi fin de semana barcelonés me ha dado un buen puñado de datos interesantes sobre la situación política catalana, pero los dejaré para próximos días, que esto de la escritura a una sola mano me agota y, además, tengo que ir a que me hagan una cura en el desastre.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de diciembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de noviembre de 2017.
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