Cuando están en campaña electoral, los políticos dicen muchas tonterías. (Cuando no también, pero las sinsorgadas electorales son más llamativas, porque ellos ponen más interés en decirlas y porque los medios informativos las resaltamos más). En general no me preocupan gran cosa: allá quien quiera prestarles atención. Pero la noche de apertura de la campaña oficial escuché por la radio una exclamación que me dejó estupefacto. La lanzó un desmelenado Raimon Obiols en dirección al PP. «iNo pasarán!», gritó el jefe de los felipistas catalanes.
Me quedé mudo. Pero no porque me sintiera confuso, sino por aquello que los franceses llaman embarras de richesse: se me ocurrían tantas objeciones que no sabía por cuál empezar.
Ahí tienen ustedes, ya ven, al eterno segundón de la política catalana, lanzándose a la contienda electoral con pertrechos de guerra civil, recurriendo al grito de la resistencia armada antifascista de los años 30. Olvida el insensato tres cosas elementales: primera, que no es el PP, sino el partido en el que él mismo milita, el que representa a los poderosos del momento; segunda, que esto va de urnas y no de armas; y tercera, que el PP es un partido tirando a carca en muchas cosas, no tanto como el PSOE en otras, pero que solo a un ceporro de ceporrez químicamente pura se le puede ocurrir que el triunfo del PP representaría la llegada del fascismo.
De todos modos, no fue por nada de esto por lo que me indigné tanto con el grito de Obiols. Lo que me sulfuró a más no poder fue que tuviera la desvergüenza, la falta de escrúpulos, el infame descaro de prostituir para pendencia tan cutre, mediocre y pesetera el heroico grito de los defensores de Madrid. De todos aquellos pobres que fueron vendidos, traicionados y llevados al matadero por los Obiols de su tiempo.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de mayo de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2011.
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