Dado que en esta profesión los días libres no coinciden casi nunca con los fines de semana, suelo descansar a menudo en fechas que para los demás son laborables. Mi oficio es escribir pero, como además me gusta, no es infrecuente que dedique mis horas de ocio a seguir escribiendo. Me levanto, hago un café, pongo música, conecto el ordenador y me enfrasco en la tarea.
Lo normal es que no haya pasado ni un triste cuarto de hora cuando ya suena el timbre de la puerta. Abro y me encuentro con un señor sonriente que, invariablemente, me pregunta: «¿Está la señora?». Le pongo en tres segundos al corriente de mi vida privada, se desconcierta -no está programado para que «la señora» no exista, me empieza a hablar de aspiradoras, le digo que no me interesan lo más mínimo, me larga una tarjeta de visita y se va. Regreso a la labor. Tardo un buen rato en retomar el hilo. Cuando ya lo he logrado, suena de nuevo el timbre. El portero viene a leer el contador del gas. Me preparo otro café. De nuevo en el estudio, logro escribir un párrafo más. Vuelve a la carga el ding-dong. «Perdone, estoy parado, tengo tres hijos...». Aflojo el bolsillo. Son ya las doce y sólo he escrito un folio. Lo normal es que, para esas alturas, el teléfono haya sonado ya varias veces pero, por fortuna, tengo el contestador automático conectado, con lo que me libro de una señorita que le cuenta al aparato que he ganado un fantástico premio, y también de tener que explicar mi situación a la persona que espera el texto que estoy tratando de acabar. Retomo la faena. Felicidad efímera: otra vez la puerta. Se trata de dos individuos asombrosamente parecidos entre sí que me preguntan si leo la Biblia. Mi contestación es ya, para estas alturas de la mañana, lo bastante rotunda como para que entiendan de un solo golpe -el de la puerta- tanto mi posición con respecto a su apostolado plasta como mis pocas ganas de que me molesten.
No quiero ni imaginarme lo que pasaría si, estando en ésas, vuelve a sonar el timbre y me encuentro a uno que me suelta: «Perdone. Soy del PSOE y sé que se ha abstenido usted sin parar en las elecciones».
Por favor, bórrenme de la lista del famoso puerta a puerta. Se lo pido, créanme, por su propio bien.
Javier Ortiz. El Mundo (31 de octubre de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de noviembre de 2010.
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