Se critica a la OTAN porque la guerra que ha iniciado en Yugoslavia no le está saliendo del todo limpia: por dos veces, sus misiles han alcanzado objetivos civiles.
Es una crítica tramposa. Por supuesto que sería preferible que acertara siempre, pero es absurdo exigírselo. La tecnología militar ha alcanzado un desarrollo realmente importante, pero no elimina por entero la posibilidad del error. La idea de que es factible una guerra limpia, tan cara a las autoridades de los EE.UU. desde el conflicto del Golfo, es sólo comparativamente válida: hoy en día se puede apuntar mucho mejor, en efecto, que hace unas décadas. Pero, expresada en términos absolutos, no pasa de ser una pura patraña: toda guerra es ineluctablemente sucia. El único método infalible que existe para lograr que un misil no caiga jamás donde no debe es... no lanzarlo.
Quien respalda el inicio de una guerra debe saber que su decisión comporta obligadamente la muerte de inocentes. Sólo un demagogo o un rematado inconsciente puede apoyar una iniciativa bélica y tratar de desentenderse a continuación de la responsabilidad derivada de los desastres indeseados que se producen inevitablemente a la hora de materializarla.
Añádase a esto que, además, en un caso como el de Yugoslavia, la distinción entre lo militar y lo civil tiene no poco de convencional. Los soldados del Ejército yugoslavo no son profesionales, sino jóvenes alistados a la fuerza. Tirar contra ellos equivale -al menos desde un punto de vista ético- a disparar contra civiles.
Quienes afirman enfáticamente que es necesario bombardear a las fuerzas del genocida serbio «hasta que se rinda» deben contar con la total inmoralidad de Milosevic. ¿Seguirán diciendo lo mismo el día en que éste decida implicar a la población civil en las operaciones militares y haga que sus carros de combate avancen rodeados de mujeres, ancianos y niños? Si los que claman «¡Hasta que se rinda!» lo hacen con plena conciencia de que esa posibilidad existe, no me quedará sino admirar la fortaleza de su estómago. Pero si lo afirman sin ni siquiera haber pensado en ella, entonces habrá que concluir que son unos perfectos frívolos.
No descalifica a la OTAN que varios de sus misiles hayan caído en lugares imprevistos. Las guerras son así. Lo que sí la descalifica es haber iniciado un conflicto bélico con el fin declarado de impedir un genocidio y no haberlo logrado.
Eso, en el supuesto de que el objetivo que la OTAN anunció al inicio de la guerra -salvar a los albano-kosovares- fuera el que realmente pretendía.
Porque cabe que no fuera ése. O no ése principalmente.
Javier Ortiz. El Mundo (14 de abril de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2012.
Comentar